lunes, 9 de junio de 2014

LOS QUE BUSCAN SON ENCONTRADOS

Juan 1.35-42 Siempre nos buscamos algo, sobre todo lo que creemos ser lo mejor para nosotros y para los nuestros. Nuestras búsquedas suelen girar alrededor de temas como una promoción, más dinero, placeres, estética, seguridad, estabilidad familiar y profesional, etc. Pero no hay mucha gente que aparente buscar a Dios o a una vida espiritual puesto que eso no está de moda o porque les parecerán a los demás que somos tontos y mediocres. Vemos aquí el testimonio dado por Andrés acerca de su encuentro y diálogo con Cristo. Además registra el momento en que dejan por primera vez una estructura religiosa conocida (Juan el Bautista – v.37 o el judaísmo tradicional – v.47) para seguir exclusivamente a Jesucristo. Su testimonio tuvo su origen en el mensaje dado por Juan el Bautista acerca de Jesucristo como siendo el Cordero de Dios (35). Sabemos que otros discípulos de Juan, aun tras su muerte, siguieron sus enseñanzas y practicas (Hc 19.1-5). Sin embargo, cuando estos dos deciden dejar a Juan para seguir a Cristo, motivados por el mensaje del propio Juan, vemos claramente que su ministerio cumplía con su propósito principal de enseñar a la gente al Mesías. De los dos discípulos mencionados solo sabemos el nombre de Andrés, el otro se que en el anonimato pero la tradición lo identifica como Juan el autor del evangelio, que intencionalmente omite su nombre en todo el evangelio, autodenominándose “el discípulo amado” (13.23; 21.10). Tras oír la palabra de Juan, sus dos discípulos “siguieron” a Jesús (37). La comprensión de lo que significa la expresión “cordero de Dios” les hizo pensar muy detenidamente sobre la persona y el sentido de su obra redentora a nuestro favor. “Cordero de Dios” les trajo a la mente y al corazón todo lo que le pasó a los israelitas cuando de su salida de Egipto: fueron salvados por Dios y la sangre de un cordero sacrificado en los umbrales de la puerta fue la señal de Dios para que la vida fuera preservada. Por tanto, querían seguir al verdadero cordero de Dios que quita el pecado del mundo. El verbo “seguir” en el Cuarto Evangelio se usa frecuentemente con el sentido de “seguir como un discípulo”, así lo entendemos en 1.43; 8.12; 12.26; 21.19,22 además de su sentido común (11.31; 21.20). De manera positiva, la actitud de seguir a Cristo se comprende en los dos sentidos, o sea, se fueron tras Cristo y lo hicieron con la declarada intención de tornarse en sus discípulos. En ese sentido, necesitamos ampliar y darle su correcto equilibrio a nuestra comprensión y práctica de lo que significa ser un discípulo de Jesucristo. Seguir a Cristo no se puede convertir en un mero y vacio eslogan, tampoco se puede comprometerse con una vida dividida y descomprometida con el genuino evangelio de Jesucristo. Se de hecho queremos seguir a Cristo, lo tenemos que asumir de forma completa y transformadora de nuestro ser, de nuestros pensamientos, sentimientos y decisiones. Seguir a Cristo es un estilo de vida para el que él nos encontró. Es muy importante la pregunta de Jesús en el v.38: “¿qué buscáis?” Jesús quería que articularan mejor lo que había en sus mentes y corazones, confrontándolos con su decisión de seguirle y con lo que eso conlleva de cada uno. El deseo de Cristo es que uno no le siga sin propósito o sin compromiso. Es preciso que todos los que seguimos a Cristo sepamos exactamente lo que estamos haciendo. Es importante observar, también, que la respuesta de los dos empezó con la palabra “rabí”, un término honorable aplicado a los que se dedicaban exitosamente a la enseñanza. En este caso, le ha sido atribuido a Cristo como forma de reconocimiento por ser él el maestro enviado por Dios. En su respuesta, por tanto, los discípulos querían saber donde estaba hospedado Jesús. Su intención era la de no perder de vista a Jesús y de saber exactamente dónde encontrarle. En otras palabras, por la cultura de la época, le estaban pidiendo a Jesús que los recibieran en casa, los enseñasen y los tuvieran como sus discípulos. Inmediatamente Jesucristo se dispone a estar con ellos y a recibirlos como sus discípulos. Les abre las puertas de su casa y de su vida. “Venid a ver” significa más que simplemente localizar su casa, significa “conocer y comulgar con él” Eso nos indica que la dinámica del discipulado de Jesucristo incluye inevitablemente el abrir de las puertas, el sentarse a la mesa, el compartir experiencias, el invertir tiempo con las personas, el ver y conocer a Dios a diario. Por eso los discípulos se quedaron todo aquél día con Cristo su maestro. En la parte final del texto encontramos el testimonio dado por Andrés propiamente dicho. Al contrario del testimonio de Juan el Bautista, el de Andrés no fue público. Vemos que al menos en este primer momento dirigió su mensaje acerca de Cristo a una sola persona, su hermanos Pedro. Un testimonio dado como extensión de su búsqueda de Cristo y consecuente encuentro y dialogo con el maestro, un testimonio dado por ser Andrés un verdadero discípulo de Jesucristo. No podemos pensar ni hablar de testificar acerca de lo que hizo y hace Cristo si no somos verdaderamente sus discípulos, que mantenemos con él un compromiso de vida y de fe. A principio el texto preséntanos a Andrés como el “hermano de Simón Pedro (v.40). Esto es importante a medida en que nos acordamos de que Pedro se tornó en una figura muy conocida de toda la iglesia en el primer siglo. Además, ser recordado como el hermano de Pedro y como el que lo llevó al encuentro con el Señor le ha sido, sin duda, un motivo de mucha alegría para Andrés. Su testimonio dado a Pedro, a quien “encontró primero” (v.41), nos indica la importancia y la necesidad de testificar uno de Cristo de forma personal, gastando tiempo y vigor con la evangelización personal, de uno a uno, y con el necesario seguimiento y discipulado. En ese sentido, el mensaje de Andrés a su hermano, aunque pueda parecernos muy corta, en verdad es extremadamente importante: “hemos encontrado al Mesías”. ‘Mesías’, que es el término hebreo para el griego ‘Cristo’, en todo el Nuevo Testamento solo aparece 2 veces y ambas en el evangelio de Juan (aquí y en 4.25). Encontrar al Mesías era encontrar la liberación más completa que, como pueblo, podrían disfrutar. Significaba encontrar el núcleo de la historia cuando se cumplirían las profecías dadas por Dios. Encontrar al Mesías fue un testimonio que tocó, por tanto, en lo más hondo del ser de Pedro. Fue la palabra acertada en el momento apropiado. Y eso es lo que las personas necesitan, de palabras sabias que les conecten a Cristo, como le pasó a Pedro que con su encuentro con el Mesías tuvo cambiado su propio nombre como una expresión de todo aquello que Jesucristo podría y lo haría en él y por su intermedio al mundo. Era conocido por el nombre de “Simón hijo de Juan” abreviado en Mt 16.17 por “Simón Barjonás” o “Hijo de Jonás. Ahora Cristo lo saluda por el nombre de “Cefas”, nombre arameo que corresponde al griego “Pedro”, siendo que ambos significan “piedra”. Ese cambio de nombre, algo común en la Biblia, le indicó a Pedro un cambio completo de rumbo en su propia vida como resultado de haber sido encontrado por Cristo, rescatado por su gracia y dedicado a una misión especial. Con nosotros también pasa lo mismo, aunque nuestro nombre siga igual, nuestro corazón pasa por una creciente transformación por haber sido, al igual que Pedro, Juan y Andrés (que no necesitó tener su nombre cambiado para llevarle a Pedro el evangelio de Cristo), cada uno de nosotros encontrados por Jesucristo. El desafío que tenemos frente a esta historia del encuentro de Cristo con Andrés, Juan y Pedro es vernos a nosotros mismos como personas con las que Jesucristo quiere también encontrarse y transformarnos con su gracia. Y el mensaje que nos queda es que si lo buscamos seremos por él encontrados: “buscad al Señor mientras se deje encontrar, llamadlo mientras esté cercano” (Is 55.6). ¡Que Dios nos encuentre con su luz en nuestra oscuridad, con su amor en nuestra indiferencia y con su perdón en nuestra culpabilidad!” ¡Amén!

miércoles, 26 de febrero de 2014

DONDE CRISTO NO HA SIDO ANUNCIADO Y DONDE CRISTO YA HA SIDO ANUNCIADO

Carlos del Pino Puede que el titulo nos asuste un poco, puesto que fuimos muy bien condicionados con la idea de que el evangelio debe de ser fundamental y prioritariamente predicado a los pueblos que jamás oyeran de Cristo. El verdadero trabajo misionero, tal como se lo considera hoy de forma generalizada, debe realizarse en contextos no-alcanzados. Incluso se suele mencionar varios versículos para confirmarse esa teoría misionera… Predicar a personas, ambientes, pueblos o países donde Cristo ya ha sido anunciado es una premisa desprestigiada entre los evangélicos y misioneros, algo que no merece el debido apoyo, que no recibe el debido respeto, que no puede tener el mismo espacio en nuestros discursos, cultos y presupuestos. ¡Eso no es una verdad bíblica! Nos olvidamos rápidamente que la palabra “naciones” de Mt 28.19 viene precedida por la palabra “todas”, lo que necesariamente incluye todos los contextos humanos de vida, los no alcanzados, los ya alcanzados, los barrios ricos de nuestras capitales, los creyentes sin iglesia y cualquiera otro modismo terminológico. “Todas las naciones” apuntan para el “ámbito de aplicación de la universalidad” (MORRIS, The Gospel According to Matthew, p.746) de la misión de Cristo y de la iglesia. Está vinculada y se deriva de “toda la autoridad” (28.18) recibida por Cristo como resultado directo e inevitable de su resurrección (28.1-10): debido a la realeza universal, absoluta y presente de Cristo, podemos discipular a personar en todos los contextos humanos y sociales, en todas las regiones del mundo, en todas las épocas de la historia hasta que vuelva Cristo. “El señorío universal de Jesús nos demanda ahora una misión universal” (FRANCE, Matthew, p.413). “Todas las naciones” responde, también, al conflicto de entendimiento que ocurría en los primeros años de la iglesia en cuanto a “gentiles” y “judíos”. Inicialmente la iglesia creía que la evangelización debería estar restricta solamente a judíos (Mt 10.5-6), sin embargo esta restricción ahora da lugar a una misión que se preocupa con la formación de discípulos de Cristo en todas las naciones del mundo. Sabemos que “naciones” (ethnê) es un término que se usa, en el contexto de Mateo, refiriéndose a los gentiles y que podría significar la exclusión de una misión a los judíos, restringiéndola a un determinado grupo humanos (gentiles). Sin embargo, ese término significa simplemente que la misión que empezó entre los judíos debe extenderse necesariamente también a los gentiles. Además, “todas las naciones” también se menciona en 24.9,14; 25.32 incluyendo a Israel en ese contexto humano general y universal. Mateo también hace uso de expresiones paralelas como “el evangelio será predicado en la totalidad del mundo habitado” (24.14 – oikoumene), “vosotros sois la luz del mundo/humanidad” (5.14 – kosmou, 13.38) “en cualquier lugar del mundo/humanidad (26.13 – en holô to kosmô) (BOSCH, Misión en Transformación, pp.90-91). Mateo no nos enseña que Cristo solo ha sido enviado a Israel o solo a los gentiles; más bien, su intención es presentarnos a Cristo como el único salvador de toda la humanidad (sin distinguirse por clases, razas, grupos, etnias, economía o previa experiencia religiosa). De hecho, Mateo está de acuerdo con Dn 7.14 llevándonos como iglesia a reconocer siempre, conceptual, teológica y estratégicamente, que en el reino de Dios “la membrecía no se basa en raza, sino que en la relación con Dios por medio de su Mesías (3.9; 8.11; 12.21; 21.28-32, 41-43; 22.8-10; 24.31; 26.13)” (FRANCE, Matthew, p.414). Comparándose, también, Gn 11.1-9 con Gn 12.1-3 comprendemos que el evangelio no puede estar restringido a determinados grupos humanos. Entre otros vínculos, destacamos la repetición de “toda la tierra” e “todo el mundo” (misma palabra en el original) en el capítulo 11. Ocurre una vez en el inicio (1), dos veces a lo largo de la narración (4, 8) y dos veces al final (9). Se trata de una frase que indica la “divina reversión de las intenciones humanas” (LEDER, Reading Exodus to Learn and Learning to Read Exodus, CTJ 34, p.13) de hacer su “nombre” pecaminosamente famoso y autosuficiente en relación a Dios. “Toda la tierra” ha decidido conscientemente usar ladrillos, construir la ciudad con su torre y establecer su independencia de Dios. Por su parte, Dios respondió con la dispersión de “todo el mundo” por “toda la tierra” y con el fin de sus intenciones. En el capítulo 12, el llamado a Abraham de dejar su “tierra” e irse a una nueva “tierra” bajo la guía de Dios, tiene como objetivo que “su nombre fuera famoso” debido a la bendición de Dios (en contraste con el “nombre famoso” debido al alejamiento de Dios – 11.4) y que “todas las familias/naciones/pueblos de la tierra” fueran bendecidas (no “confundidas – 11.7,9). Así siendo, establecemos un marco desde el que podemos definir claramente nuestros conceptos y prácticas misioneras: la bendición del evangelio debe de ser anunciada a “todo el mundo”, puesto que fue “todo el mundo” que pecó y se apartó culposamente de Dios. Por tanto, no podemos más restringir la acción misionera de la iglesia, derivada de la misión del Cristo resucitado. La preocupación de las Escrituras es que el evangelio sea vivido y compartido con todos los seres humanos, supuestamente “alcanzados” o “no alcanzados”. El único campo misionero de la iglesia, por tanto, es toda la humanidad en todas sus dimensiones de vida.

lunes, 20 de mayo de 2013

ISAÍAS: su vida y ministerio profético

“Visión que recibió Isaías hijo de Amoz acerca de Judá y Jerusalén, durante los reinados de Uzías, Jotán, Acaz y Ezequías, reyes de Judá” - Isaías 1.1 A Isaias se le considera como uno de los profetas más importantes del Antiguo Testamento, dado el contenido de su libro principalmente por la forma como expone y presenta la doctrina de Cristo (el Mesías). Por los detalles de su profecía sobre Cristo se justifica el hecho de que se le considere el “profeta evangélico”. Era hijo de Amoz, nacido a mediados del reinado de Uzías, en una época de aparente estabilidad y relativa prosperidad para Judá. Su llamado por Dios para el oficio profético se da en el año de la muerte del rey Uzías, y ejerce su oficio profético durante los reinados de Uzías, Jotán, Acaz y Ezequías. Se casó muy posiblemente en el mismo año en que recibe de Dios su vocación como profeta y tuvo al menos dos hijos, a los que les dio nombres simbólicos por ocasión de la invasión sirio-efraimita. Se llamaban “un remanente volverá” (7.3) y el otro “pronto al saqueo, presto al botín” (8.3). Al ver que el poder militar y las ganas de conquista de los asirios aumentaban, el reino de Israel (norte) hizo una alianza con Damasco (los sirios) para defenderse de los asirios. Invitaron a que Judá (sur) se uniera a ellos y como lo negó, le atacaran y le invadieron (Is 7), lo que hizo con que Acaz buscara apoyo en los asirios, que redujeron a Judá a una no deseada posición de vasallo de Asiria, mientras que Israel sufrió una dura invasión asiria perdiendo mucho de su territorio y acabando definitivamente con el reino de Israel. Llevan a ese territorio a árabes conquistados en otros lugares y los obligan a vivir ahí, con un poco de tiempo se mesclan con los israelíes que quedaron y poco después surge Samaria. Durante la época de Ezequías hubo varios intentos de revueltas contra la dominación asiria. Ezequías buscaba hacer alianzas y encontró apoyo en Merodac Baladán, un caldeo que asumió el trono de Babilonia por un tiempo (Is 39), hasta que finalmente asume el trono Senaquerib. Frente a esa alianza las fuerzas de Asiria devastan a Judá y aplastan las rebeliones, sin llegar a tocar Jerusalén, pero no sin prejuicio para Asiria (37.36). Isaias fue contra todas las alianzas por un lado y contra todas las revueltas y rebeliones por otro, puesto que su mensaje se centraba en que la verdadera salvación vendría de Dios y de su Siervo, el Mesías. No se sabe con certeza el fin de Isaias, pero la tradición judía dice que fue martirizado por Manases. 1. Su oficio profético: Isaías fue profeta en Judá, no en Israel, a la vez que Amós, Oseas y Miqueas. Muchos pensamos hoy día que la profecía es una clase de revelación especial de Dios sobre lo que nos va a pasar en el futuro, una mescla de cristianismo muy espiritual con adivinanzas, o una palabra especial y llena del poder de Dios para nuestra vida hoy. Sin embargo, cuando vemos la profecía desde el prisma de los profetas del Antiguo Testamento nos damos cuenta de que se trata de algo muy distinto. El oficio o el ministerio profético tiene que ver directa y profundamente con la exposición de las verdades de las Escrituras Sagradas, de forma a confrontar el pecado humano y todo lo demás que esté mal por consecuencia del pecado, e instar a que los hombres y las mujeres se vuelvan arrepentidos a Dios y a su santa palabra, en abandono del pecado y nueva vida. En ese sentido, basta echar un vistazo a lo que sigue en el capítulo 1 para ver como el profeta llama al pueblo de Judá y a sus gobernantes al arrepentimiento profundo y a una vuelta sincera a Dios. En ese sentido, la profecía empieza con un mensaje duro y amenazador en contra del pecado y del pecador, mostrando con la máxima claridad posible las consecuencias funestas del pecado tanto en la dimensión personal como en la dimensión social de la vida humana Por eso, cuando Isaías empieza con la palabra “visión” no se refiere tanto a una experiencia visionaria estática y particular. Se refiere, más bien, a que todo lo que tiene que decir y escribir lo ha recibido de Dios, se trata de un término que autentica al profeta y a su profecía. 2. ¿Dónde y a quiénes profetizaba?: Por el verso 1 nos damos cuenta que su profecía se destinaba a Judá y Jerusalén, obviamente tanto al pueblo común como a los reyes. Sin embargo, parece que Judá y Jerusalén formaron el primer círculo de acción profética de Isaías, puesto que a partir del capítulo 13 sus profecías llegan a otros pueblos y reyes en sus relaciones con Judá. De eso ya podemos ver que Isaías tenía en mente que su mensaje profético de juicio contra el pecado y el pecador, y de la necesidad urgente de verdadero arrepentimiento, abandono del pecado y retorno a los principios de las Escrituras, era un mensaje destinado al pueblo de Dios y a los demás pueblos de su entorno. La especificación de que Isaías profetizó “durante el reinado de Uzías, Jotán, Acaz y Ezequías, reyes de Judá” tiene su importancia porque definen muy bien la época y la dimensión socio-política que tuvo su profecía, además de que ya nos había indicado la región del mundo (Judá y Jerusalén). Eso indica que lo que dijo Isaías de parte de Dios lo dijo a un momento específico de la historia del pueblo de Dios, específicamente para el momento de vida de este pueblo, además de tener también una dimensión futura centrada exclusivamente en la venida y en el ministerio redentor del Cristo. 3. La perspectiva profética: Para ayudarnos a comprender mejor cómo funciona este estilo literario llamado “profecía”, tan ampliamente difundido en el texto de las Escrituras, vale la pena mencionar lo que se conoce por “perspectiva profética”. La perspectiva profética tiene que ver con dos dimensiones que asume la profecía en sí misma. Una primera dimensión es la contemporánea del profeta, la que afecta a los acontecimientos de sus propios días y de su vida. De esa dimensión el profeta está totalmente consciente, o sea, sabe que lo que dice tiene que ver con los eventos y acontecimientos que le son contemporáneos, con las cosas que le pasan a él y a su pueblo. La segunda dimensión tiene que ver con el cumplimiento futuro (escatológico) de su profecía, siempre en referencia a la vida y obra de Jesús, el Cristo. De esa segunda dimensión el profeta no está de todo consciente, quizás solo la vea como una sombra distante, pero que ya le sirve, y al pueblo de Dios de entonces, de una verdadera esperanza. Eso significa que el profeta tiene muy claro el sentido inmediato de su profecía, que siempre se relaciona con un mensaje contra el pecado y el pecador y la necesidad de arrepentimiento y cambio radical de vida. Pero no siempre tiene claro los significados que su profecía puede asumir en un futuro lejano, pero siempre tiene que ver con la vida y la obra salvadora del Mesías. La dimensión futura está presente y lo profeta lo sabe, pero se le presenta como una esperanza a ser aguardada. 4. La enseñanza del profeta: De forma más amplia el tema que le da sentido a toda la profecía de Isaías es “la santidad de Dios”, reflejada de forma muy intensa en su llamamiento a ser profeta: “santo, santo, santo es el Señor Todopoderoso, toda la tierra está llena de su gloria” (6.3) y en consecuencia le responde: “¡ay de mí, que estoy perdido! Soy un hombre de labios impuros y vivo en medio de un pueblo de labios blasfemos ¡y no obstante mis ojos han visto al Rey, al Señor Todopoderoso!” (6.5). Otro tema muy central para Isaías es el “Siervo del Señor”, también conocido por el “Siervo Sufriente”. Hay 4 textos sobre el Siervo del Señor: 42.1-4; 49.1-6; 50.4-9; 52.1-53.12 conocidos como “los Cánticos del Siervo”. En Isaías, a Israel (norte y sur) se le considera el siervo del Señor, pero en los 4 cánticos el Siervo se identifica con el Mesías Salvador de Dios, como lo confirma el Nuevo Testamento sobre todo acerca del cuatro cántico: Mt 8.17; 1 Pe 2.24. La perspectiva profética nos puede ayudar a comprender esto: el Siervo se refería inicialmente a Israel, pero tendría su cumplimiento total en Jesucristo.

lunes, 13 de mayo de 2013

PABLO: de la era apostólica a la era pos-apostólica

Hechos 20.17-38 Un texto fascinante, puesto que se refiere a una predicación de Pablo a los líderes de la iglesia de Éfeso en un momento único de su vida, cuando ya tenía claro que jamás volvería a ver a estos hermanos, ni tampoco ellos a Pablo. Eso le da al discurso un sentido muy especial, donde se mesclan un poco de la historia de Pablo con los hermanos con su despedida definitiva, un poco de enseñanza con advertencias a los pastores locales, un poco de la alegría del encuentro con las lágrimas de la partida. Hay algunos elementos que debemos mencionar antes de entrar propiamente en el texto: a) de los discursos registrados en Hechos, este es el único dirigido a cristianos; los demás son todos evangelísticos a judíos y gentiles, defensas de la fe ante el Sinedrín y los discursos ante las autoridades judaicas y romanas (22-26); b) los títulos dados a los líderes de la iglesia, presbíteros o ancianos (17), obispos (28) y pastores (28) son sinónimos y se refieren a las mismas personas llamadas para alimentar y cuidar de la iglesia; c) evidentemente en Éfeso había varios presbíteros/obispos/pastores que trabajaban juntos como equipo; d) se sabe que Lucas estuvo presente a este encuentro (13-16) y muy posiblemente haya tomado apuntes de todo lo que dijo Pablo, puesto que este discurso tiene mucho “sabor paulino” y los principales temas de sus cartas son aquí mencionados: la gracia de Dios (24,32), el reino de Dios (25), el propósito de Dios (27), la sangre de Cristo (28), arrepentimiento y fe (21), la iglesia y su edificación (28,32), el sufrimiento inevitable (23-24), el peligro de los falsos maestros (29-30), la necesidad de vigilancia (28,31), la carrera cristiana (24), la herencia final (32). Con esto en mente, podemos ya dedicarnos a entender un poco mejor el discurso del apóstol y sus posibles significados para nosotros. 1. Su ministerio en Éfeso (20.18-21): Habla de su ministerio en Éfeso con énfasis en elementos concretos conocidos por los líderes de ésta iglesia. Introduce su ministerio entre ellos con las palabras “vosotros sabéis”, por dos veces (18,20). Quiere que los efesios se acuerden de las énfasis ministeriales dadas por Pablo cuando estuvo con ellos. ¿De qué quiere Pablo que se acuerden los líderes de la iglesia? a) “como me porté todo el tiempo que estuve con vosotros, desde el primer día que vine a la provincia de Asia” (18): el testimonio personal dado por Pablo era su primera credencial cristiana y una forma clara de confirmar que su ministerio había sido fructífero en Éfeso. Quería que su ejemplo cristiano y que la forma como vivía y se portaba entre todos fuera lo primero a ser recordado por los presbíteros; b) “he servido al Señor con toda humildad y con lágrimas” (19): describe su trabajo como un servicio al Señor y frecuentemente se presentaba como “siervo del Señor” (Rm 1.1; Fp 1.1). Servía a Cristo sirviendo a la iglesia y a las personas, lo que le da un sentido más profundo al servicio; o sea, ni Pablo ni ninguno de nosotros podemos hablar de servir si no nos dedicamos a servir a los hermanos y a los demás. Si nos servimos a nosotros mismos o queremos que los demás nos sirvan en todo, es que todavía no hemos comprendido qué significa ser siervos de Cristo. Pablo sirvió a los efesios con humildad y con lágrimas, entre las persecuciones de los judíos. Al servir tenía muy claro que no lo hacía por reconocimientos, sino más bien por su sumisión a Jesucristo; c) “no he vacilado en predicaros nada que os fuera de provecho, sino que os he enseñado públicamente y en las casas” (20): a lo largo de todo el tiempo y el ministerio en Éfeso, Pablo y los presbíteros sabían de su esfuerzo por enseñar con claridad, profundidad y practicidad las Escrituras Sagradas. El trabajo de Pablo siempre ha estado fundamentado en la enseñanza de la palabra de Dios. Para él, si no conocemos profundamente esta palabra jamás podremos conocer la persona y la obra de Dios. La enseñanza era uno de los pilares de su ministerio; d) “a judíos y a griegos he instado a convertirse a Dios y a creer en nuestro señor Jesús” (21): otro fundamento de su ministerio ha sido la evangelización de judíos y griegos, o sea, de todos. El carácter misionero de su ministerio se destaca como otro de sus pilares. Creía que su llamado le llevaba a compartir el evangelio con los que todavía no creyesen en Cristo. 2. El fin de la era apostólica y sus sufrimientos futuros (20.22-27): Lucas ya no dice “vosotros sabéis que…”, sino “tened ahora en cuenta que…” Si ya se habían acordado de cómo fue el ministerio de Pablo en Éfeso, consecuentemente tendrían ahora que tener en cuenta que su vida debería seguir por las mismas sendas en las que vino caminando a lo largo de toda su historia. Pablo no les anunciaba ningún cambio de sentido ni de dirección, solo de ciudad. Su ministerio seguiría por el mismo compas, pero el ministerio de los presbíteros-obispos-pastores de Éfeso asumiría, necesariamente, una dimensión más amplia. Su principal preocupación no era a de sobrevivir a las persecuciones, ni tampoco la de evitar el sufrimiento que le esperaba en Jerusalén. Su principal preocupación era, eso sí, terminar su carrera y llevar a cabo el servicio de testificar de la gracia de Cristo, que le había encomendado el Señor, algo que lo estaba haciendo en Éfeso. Eso era lo que, de hecho, le importaba, pues lo tenía muy claro que su vida le carecía de valor ante la grandeza de Dios y la importancia de que otros le conocieran y le reconocieran como su Señor. Estaba consciente de que le esperaban prisiones y sufrimientos en Jerusalén, pero parece que lo que más le preocupaba en cuanto a eso era que no volvería a ver a los efesios, a quienes tanto quería y era por ellos querido. Posiblemente, aquí esté el sufrimiento que más le costaba al apóstol, el saber que no estaría más con sus hermanos. Sin embargo, sabía muy bien que su ministerio entre ellos había sido completo, pues les había proclamado todo el propósito y designios de Dios. Había completado su carrera en Éfeso y con los efesios. Se completaba así la era apostólica para los efesios y con estas palabras Pablo les preparaba para el inicio de su era pos apostólica, aunque años más tarde ahí en Éfeso se radicó el apóstol Juan, desde donde coordinaba las siete iglesias de Asia Menor. 3. El inicio de la era pos apostólica y sus exhortaciones a los presbíteros (20.28-35): El pasado ministerial de Pablo (conocido por los efesios) y sus nuevos desafíos ministeriales en Jerusalén (que debían los efesios tener en cuenta), iban a modelar el ministerio presente y futuro de estos pastores efesios, ahora sin el apoyo ni la presencia apostólica de forma directa. Pablo les prepara para asumir de manera plena sus responsabilidades ministeriales y vocacionales. Para vivir la misión de Cristo en esta era pos apostólica, Pablo les da las siguientes orientaciones: a) “cuidad de vosotros mismos” (28): el cuidado con la vida personal y la búsqueda por la santidad de uno mismo es lo primero que se exige de cualquier cristiano, pero sobretodo del liderazgo. La confesión arrepentida, la dedicación al estudio de la palabra, la sumisión a la voluntad de Dios, la vida de oración, etc son elementos que jamás pueden ser menospreciados o sustituidos; b) “y de todo el rebaño sobre el cual el Espíritu Santo os ha puesto como obispos para pastorear la iglesia de Dios” (28): los presbíteros u obispos de Éfeso debería, según la orientación apostólica, dedicarse de forma muy especial y cuidadosa al pastoreo de la iglesia. Cuidar de la edificación espiritual, de la debida disciplina y de la enseñanza de la palabra era un ministerio del que no se podían olvidar. El liderazgo debe cuidar del rebaño de Dios porque ha recibido esa incumbencia del Espíritu Santo, se trata por tanto de un don y de una vocación. Por otro lado, ese ministerio cobra un especial sentido cuando entendemos que ese rebaño es la propia “iglesia de Dios, que él adquirió con su propia sangre”. No se trata de una empresa, de una asociación, de un equipo deportivo… se trata del pueblo redimido y comprado por la sangre de Jesucristo. Eso le da al pastoreo, y al ejercicio de los dones por parte de todos, un carácter de mucha importancia y dedicación; c) estar alerta con los falsos profetas (29-31): Pablo lo tenía muy claro: con su partida, en la era pos apostólica, se multiplicarían los que enseñan doctrinas equivocadas. Pablo usa dos figuras para describirles a ellos: la de lobos feroces que procuran acabar con el rebaño, y la de los que enseñan falsedades para arrastrar a los discípulos a que los sigan. Las dos tienen el mismo sentido y la actuación de los falsos maestros se viene llevando a cabo desde entonces y por todos los lugares del mundo. La amonestación del apóstol es muy importante, estar alerta con los falsos profetas y sus enseñanzas es una de las principales responsabilidades de los pastores y demás líderes. Exige tanto de ellos como de todos los hermanos una buena dosis de conocimiento de las Escrituras y de cuidado con la salud espiritual de la iglesia; d) seguir el ejemplo apostólico (32-35): Pablo encomienda los líderes de Éfeso a Dios y al mensaje de su gracia, puesto que solo Dios por su generosa gracia nos puede edificar y santificar como iglesia y como cristianos. Y con base en la gracia de Dios, los pastores y los hermanos de la iglesia en Éfeso deben espejarse en el ejemplo de vida cristiana dado por Pablo, sobre todo en lo que concierne al tema financiero en la iglesia: el ejemplo dado por Pablo fue “no he codiciado ni la plata ni el oro ni la ropa de nadie… estas manos se han ocupado de mis propias necesidades y de las de mis compañeros… con mi ejemplo os he mostrado que es preciso trabajar duro para ayudar a los necesitados”. Seguir el ejemplo apostólico nos conduce a una vida sencilla, contentos con lo que nos da Dios, en disponer de lo que tenemos para ayudar a hermanos en necesidad. El tema financiero en la iglesia puede ser causa de muchos problemas, desconfianzas, conflictos, desentendimientos y hasta divisiones. El ejemplo del apóstol se concluye con palabras muy sabias: “hay más dicha en dar que en recibir”. Todo se resume en cómo cada uno de nosotros nos relacionamos con nuestros propios recursos y bienes: ¿son solo nuestros y para nuestros caprichos y deseos, o son también para ser compartidos con los que necesitan ayuda? CONCLUSIONES ¿A qué conclusiones podemos llegar? Podemos encontrar muchos significados importantes para nuestras vidas, pero solo me gustaría sugerir los siguientes, como punto de partida: 1. Necesitamos madurar eclesialmente, como era lo que Pablo quería para la iglesia en Éfeso al pasar de su era apostólica a la pos apostólica; 2. Necesitamos madurar teológicamente, sobre todo para crecer espiritualmente en el conocimiento de la palabra, y para afrontar la constante amenaza de las falsas enseñanzas; 3. Necesitamos madurar pastoralmente, como líderes y como creyentes, cuidándonos mutuamente y cuidando de la iglesia; 4. Necesitamos madurar misionalmente, reconociendo que nuestra vocación personal y eclesial nos apunta hacia los demás seres humanos con el mensaje de la gracia de Cristo.

lunes, 6 de mayo de 2013

PABLO: la suficiencia de la gracia

2 Co 12.1-10 Se trata de un texto, para muchos de nosotros, un poco misterioso, sobre todo con eso de la espina clavada en el cuerpo de Pablo y del mensajero de Satanás enviado para atormentarlo. Pero es un texto que nos enseña algunas dimensiones muy importantes de la vida y del ministerio de Pablo y, por encima de todo, nos habla de la suficiencia de la gracia de Dios. Al estudiar Gálatas 2.9-21 (semana pasada) vimos que Pablo se enfrentaba a la influencia y la enseñanza de los judaizantes. Pues bien, en 2 Corintios, especialmente en los capítulos 10-13, sigue con la defensa de su apostolado y con el intento de ayudar a esta iglesia a librarse también de estos “falsos apóstoles” o “superapóstoles” (11.5). El tema que podríamos darle a estos últimos 4 capítulos de la carta sería “el futuro amenazado” debido a la gran influencia de los judaizantes, lo que por sí solo ya nos muestra a Pablo como alguien que sufría con la clara, directa y dura oposición de los judaizantes. Lo vemos, por tanto, de forma más humana y más cerca nuestra. En estos capítulos finales es cuando más intensamente defiende su apostolicidad. Podríamos subdividir estos capítulos de la siguiente forma: A. Su defensa (10) 1. Contesta la acusación de ser cobarde (10.1-6) 2. Contesta la acusación de ser débil (10.7-11) 3. Explica el área de su misión (10.12-18) B. Su advertencia contra los falsos apóstoles (11.1-15) C. Su disposición a sufrir por Cristo (11.16-33) D. Sus credenciales (12.1-21) 1. El propósito del aguijón en su carne (12.1-10) 2. Las señales de apóstol (12.11-21) E. La verdad del evangelio como su advertencia final (13.1-10) Así, con este marco ya podemos nos dedicar a comprender mejor nuestro texto. El énfasis que en él encontramos es que por encima de todo lo que le podía ocurrir a Pablo, de bueno y de malo, la gracia de Dios siempre le sería suficiente. ¿Qué nos dice, por tanto, el apóstol? 1. Recibió revelaciones de Dios, lo que confirma su apostolado (12.1-4): Nos dice que hacía ya 14 años que había recibido esas revelaciones especiales de Dios, algo que posiblemente le haya pasado una sola vez, puesto que lo menciona como algo muy especifico en su historia de vida cristiana. No se sabe a qué evento de su vida se refiere, muchos creen que a su conversión y a la experiencia de ver a Cristo en el camino de Damasco, puesto que se refiere a su conversión algunas veces con las palabras “visión” o “revelación” (1 Co 15.8; Hc 26.19; Gl 1.12, 16). Describe sus visiones como una experiencia extática, en el sentido de que no sabía muy bien si estaba en cuerpo físico o aparte del cuerpo (por la forma como lo menciona se trata de algo irrelevante para el apóstol. Pero lo que sabía muy bien, y eso sí le era relevante, es que estuvo en presencia de Dios (3º cielo o paraíso) cuando “escucho cosas indecibles que a los humanos no se nos permite expresar”. 2. El haber recibido revelaciones no era lo más importante (12.5-6): Reconoce que podría hacer alarde de la experiencia que tuvo, pero prefirió mantenerla en secreto por 14 años y ahora, cuando la menciona de paso, sin darnos muchas informaciones, lo hace de forma a quitarle el exceso de importancia. Y ¿por qué lo hace de esa forma? “Para que nadie suponga que soy más de lo que aparento o de lo que digo” (6). El haber recibido, una vez, revelaciones de Dios no le daba el derecho de ser más o mejor que los demás apóstoles ni que de ningún otro hermano. Si se jactara de eso no sería insensato de su parte, puesto que no estaría mintiendo, era parte verdadera de su experiencia cristiana y apostólica, pero sabía que eso podría ser malinterpretado por algunos que lo considerarían como superior, más santo, más cercano a Dios que los demás, y de ninguna manera eso era cierto y estaba bien. 3. Dios no le permitió ser presumido y arrogante (12.7-8): El no considerar su experiencia de haber recibido de Dios revelaciones como algo del que pudiera presumirse arrogantemente, imponiendo sus voluntades y conceptos sobre la gente, no era una actitud natural de Pablo, como tampoco es algo natural en nosotros mismos. Tanto Pablo como nosotros somos igualmente seres humanos y tenemos nuestra naturaleza contaminada por entero por el pecado y sus consecuencias. El no considerar su experiencia como algo de que presumirse era parte de la acción de Dios en su vida. Y ¿Cómo actuó Dios en ese caso? “Una espina me fue clavada en el cuerpo, es decir, un mensajero de Satanás, para que me atormentara”. Hay muchos intentos de explicar que era esa espina: Calvino creía que eran luchas espirituales y dudas, otros sugieren que fuera malaria, o su poca elocuencia al hablar (11.6), o alguna tentación que lo perseguía (mensajero de Satanás). Algo más probable era que fuera una ceguera parcial que le causaba muchas limitaciones (Gl 4.15; 6.11; 2 Ts 3.17). Oró por 3 veces para que el Señor la quitara, pero esa no era la voluntad de Dios. Su voluntad era que Pablo fuera dependiente de él en cada momento de su vida y que sus experiencias más especiales con Dios no se le subieran a la cabeza, convirtiéndole en una persona arrogante que creyera ser superior a los demás. 4. La suficiencia de la gracia de Dios en la espiritualidad cristiana (12.9): “Te basta con mi gracia” fue la respuesta divina a la oración de Pablo por la cura. Pudo aprender, entre otras cosas, que ya tenía todo lo que necesitaba con la gracia de Dios. Eso significa que debía aprender a vivir con la espina clavada en su carne como un mensajero de Satanás que lo atormentaba noche y día. Este concepto nos recuerda sus palabras a los filipenses (4.11-13): “no digo esto porque esté necesitado, pues he aprendido a estar satisfecho en cualquier situación en que me encuentre. Sé lo que es vivir en la pobreza, y lo que es vivir en la abundancia. He aprendido a vivir en todas y cada una de las circunstancias, tanto a quedar saciado como a pasar hambre, a tener de sobra como a sufrir escasez. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. La gracia de Dios en la vida de Pablo tuvo que ver con el hecho de que fuera alcanzado por la redención de Cristo y, consecuentemente, llamado para servir como apóstol a los gentiles. Desde entonces su vida ha sido dedicada enteramente a Cristo. En nuestro caso, al igual que Pablo, la gracia tiene que ver, fundamentalmente, con el hecho de que Cristo también nos alcanzó con su salvación y nos llamó, a todos y a cada uno, para consagrarnos a su servicio y misión en el mundo. Para eso nos ha dado sus dones y talentos, como también los dio a Pablo, para que le sirvamos por la forma específica con la que nos llama. La experiencia de vivir bajo la suficiencia de la gracia de Cristo redimensiona nuestros conceptos, sentimientos, ilusiones lo que, por tanto, afecta directamente la forma como nos comportamos y como decidimos, dándonos nuevas perspectivas (las de Dios) a nuestros viejos problemas y situaciones. 5. El poder de Dios que se perfecciona en la espiritualidad cristiana (12.9): El poder de Dios solo se perfecciona por medio de nuestras debilidades cuando la experiencia de vivir bajo la suficiencia de la gracia es parte integrante de la espiritualidad cristiana. Además, la respuesta de Dios a la oración de Pablo pidiéndole que le librara de la espina en la carne, no deja margen a la duda: el poder de Dios solo se perfecciona en la debilidad. Por tanto, no podemos esperar recibir “el poder” si nos aferramos a nosotros mismos, a nuestras fuerzas, orgullos, capacidades y poderes personales. El reconocimiento humilde de nuestras debilidades, de forma constante y absolutamente sincera, nos conduce a una vida de arrepentimiento y fe. Nos lleva a una espiritualidad desde la que reconocemos que somos polvo antes de que volvamos al polvo, de que no somos mejores que ningún otro hermano o ser humano, que somos capaces de los mismos pecados y errores. Además, se trata de una espiritualidad que nos hace dependientes de la mano de Dios, que nos lleva a buscarle por todas las cosas (grandes y pequeñas, importantes o sin importancia). Son conceptos que nos parecen ya muy conocidos por todos los creyentes, pero ¡como nos hace falta revisar esta materia en nuestra jornada cristiana! El apóstol Pedro con mucha sabiduría nos dice: “revestíos todos de humildad en vuestro trato mutuo, porque Dios se opone a los orgullosos, pero da gracia a los humildes. Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte a su debido tiempo” (1 Pe 5.5-6). 6. La gracia de Dios, la debilidad humana y la alegría cristiana (12.9-10): Nos puede parecer que Pablo se ha puesto loco por las palabras que dice aquí: alegría en sus muchas debilidades. Pero de eso se trata, de que la gracia de Cristo transforma nuestras perspectivas y sentimientos, cambia radicalmente la forma como encaramos los mismos temas, problemas y situaciones con los que ya convivíamos antes. Cristo por su gracia nos puede cambiar. Eso no significa que apartará de nosotros nuestras espinas clavadas en la carne viva que nos atormentan, puesto que las necesitamos para que no nos olvidemos jamás de quien es el poder que se perfecciona y a quien debemos siempre rendir toda la gloria. El cambio se pasa en nuestros corazones y mentes. Eso lo vemos claramente en Pablo que a principio oraba para que Dios le quitara la espina y, al final, se regocijaba por todas sus espinas, la de la carne además de los insultos, privaciones, persecuciones y dificultades sufridas por Cristo, “porque cuando soy débil, entonces soy fuerte”. Conclusiones iniciales: a) Dios usa nuestras debilidades, no nuestros pecados, para fortalecernos en su poder. Los pecados deben de ser confesados y abandonados definitivamente, pero encontramos en la enfermedad, problemas familiares, persecuciones y limitaciones impuestas a nuestra fe, entre otros, plataformas desde la que Dios nos enseña a ser humildes, sensibles, pacientes, perseverantes y dedicados. b) Cualquier poder que no se haya perfeccionado por la acción y por la gracia de Dios en nuestras debilidades está comprometido internamente con la corrupción y con pecados derivados de nuestro orgullo, arrogancia y egoísmo. c) La espiritualidad cristiana se define por actitudes de humildad ante Dios y en el trato con los demás, dejando a un lado nuestras capacidades humanas y fuerzas personales. Reconocer la grandeza de Dios en nuestra pequeñez es el camino de Cristo en nuestra vida.

lunes, 29 de abril de 2013

PABLO: la defensa de su apostolado

Gálatas 2.9-21 ¿Por qué nos cuenta Pablo esta historia? Porque es parte de la defensa de su apostolado frente a los prejuicios de los judaizantes (judíos convertidos al cristianismo que enseñaban que los gentiles deberían convertirse primero al judaísmo, cumplir todos sus preceptos para, entonces, convertirse al cristianismo). Tenemos que entender la situación por entero: la circuncisión era parte importante del judaísmo significando la alianza de Dios con su pueblo, siendo que los incircuncisos eran proscritos y rechazados como impuros. Cuando surge la iglesia entre los judíos, simplemente mantuvieron los preceptos de la ley judía, sobretodo la circuncisión, y simplemente añadieron la aceptación de Jesús como el Cristo. A principio esa dinámica se consideraba normal y automática hasta que la iglesia llega a los gentiles y se genera en Galácia una crisis, puesto que los gentiles no eran circuncisos como los judíos. Por su parte, Pablo no insistía en que los gentiles tuviesen que circuncidarse para tornarse cristianos. De hecho, este tema ya había sido discutido y decidido por el Concilio de Jerusalén que concluye afirmando: “considero que debemos dejar de ponerles trabas a los gentiles que se convierten a Dios” (Hc 15.19). Pero había los “partidarios de la circuncisión” o “los judaizantes” que eran ultraconservadores y no admitían la conversión de un gentil sin que antes pasara por la circuncisión. Estos, como Pablo era el principal defensor de que los gentiles convertidos a Cristo estaban absolutamente libres de cumplir con las ordenanzas del judaísmo, se le oponían ferozmente, cuestionando su apostolicidad. Así que el objetivo de esta carta a los gálatas es la defensa de su apostolicidad contra los ataques de los judaizantes. La carta, por tanto, se basa sobre la relación que mantenía Pablo con tres grupos de personas: los lectores, los apóstoles en Jerusalén, y los judaizantes. Los lectores eran los gálatas gentiles, que se habían convertido a Cristo por medio del trabajo de Pablo y su equipo, por los que Pablo tenía un afecto muy especial, y estos mantenían una comunión muy especial con el apóstol (4.14). Hubo transformaciones tremendas en las vidas de los gálatas que antes adoraban a dioses falsos y luego fueron alcanzados por Cristo. Eran verdaderos cristianos, aunque no seguían las tradiciones del judaísmo. Cuanto a los apóstoles en Jerusalén, Pablo gasta sus dos primeros capítulos intentando explicar la relación que había entre ellos y algunos enfrentamientos por parte de Pablo, puesto que a los gálatas, sus hijos en la fe, les intentaban persuadir a que siguieran otros maestros y a rechazar las enseñanzas de Pablo. Aunque la posición de Pablo y los demás apóstoles era la misma cuanto al tema de la circuncisión, estos otros maestros (judaizantes) intentaban enredar y ganar el apoyo de los apóstoles de Jerusalén. Y ya cuanto a los judaizantes, Pablo los consideraba como “ciertos individuos están sembrando confusión entre vosotros y quieren tergiversar el evangelio de Cristo” (1.7), “si alguien os anda predicando un evangelio distinto del que recibisteis, que caiga bajo maldición” (1.9), “algunos falsos hermanos se habían infiltrado entre nosotros para coartar la libertad que tenemos en Cristo Jesús a fin de esclavizarnos” (2.4), las preguntas de 3.1-5 por si solas ya nos dicen que pensaba Pablo de los judaizantes... lo mismo 5.1-12… Así que con estas informaciones básicas podemos entrar en nuestro texto y comprender mejor quien era Pablo y cómo entendía y predicaba el evangelio de Cristo. 1. Comunión apostólica, ministerios distintos (2.9-10): Al tratar de las acusaciones de los judaizantes contra su apostolado, Pablo argumenta que su relación con los apóstoles de Jerusalén va más allá de la amistad y de la fraternidad, se da también en forma de reconocimiento de la gracia recibida para ser apóstol de los gentiles: “el mismo Dios que facultó a Pedro como apóstol de los judíos me facultó también a mí como apóstol de los gentiles” (2.8). En ese sentido, los “columnas” de la iglesia, Jacobo, Pedro y Juan, con el reconocimiento de todos como “columnas” de la iglesia, le recibieron a Pablo reconociéndole como apóstol de los gentiles. Los apóstoles, por tanto, les estrecharon la mano a Pablo y Bernabé demostrando así el compañerismo y la comunión verdadera que existía entre ellos, además de reconocer con ese gesto el ministerio apostólico entre los gentiles. Incluso la orientación que les dieron los apóstoles, de que no se olvidaran de los pobres, refiriéndose claramente a los cristianos judíos que vivían sobretodo en Jerusalén y Judea, algo que como dijo Pablo “eso es precisamente lo que he venido haciendo con esmero” (2.10) al levantar entre las iglesias gentiles una significativa ofrenda para acudir a los hermanos de Jerusalén. 2. El ataque judaizante y su influencia sobre Pedro (2.11-13): El objetivo de Pablo en echarle en cara a Pedro su comportamiento en esa cuestión fue llamar la atención para la inconsistencia de su actitud teniendo en vista el reconocimiento de su apostolado a los gentiles por los “columnas”, siendo Pedro uno de ellos. Al confrontarle públicamente en la iglesia ha dejado Pablo claro su posición apostólica e igualdad apostólica con Pedro. Se hizo necesaria la actitud de Pablo porque el comportamiento de Pedro en esa cuestión llegó a ser condenable. Posiblemente al llegar a Antioquia Pedro encontró una situación ya establecida de que los gentiles no necesitaban circuncidarse para que su conversión a Cristo fuera válida, y se acomodó a lo establecido. Pero con la llegada de un grupo de judaizantes, que decían haber recibido autoridad de Jacobo, uno de los “columnas” y pastor de la iglesia-madre de Jerusalén, y por temor a lo que podían decir de él, Pedro cambia radicalmente su actitud para con los gentiles de la iglesia, dejándose influenciar por estas personas. Además, siendo Pedro uno de los apóstoles y persona con gran influencia en la iglesia, los demás judíos cristianos de Antioquia, entre los cuales se encontraba Bernabé, “se dejaron arrastrar por esa conducta hipócrita” de Pedro. Eso le dio a su conducta un grado más de censura, puesto que implicó a otros más. “Hipócrita” es una palabra muy interesante, viene del mundo del teatro griego y significa la capacidad de los actores de esconder su verdadera personalidad y asumir un determinado papel. 3. La teología paulina (2.14-20): La reacción de Pablo fue mucho más allá del enfrentamiento con Pedro. Su enseñanza ocupó el lugar de destaque con el objetivo de instruir a todos los presentes cuanto al principio básico de la palabra de Dios que lo estaban torciendo. Su teología cuanto a ese tema asume los siguientes elementos: a) las tradiciones religiosas no tienen superior valor que las Escrituras (14): la pregunta que le hizo a Pedro tiene como objetivo mostrar que el valor de las tradiciones religiosas no superan los principios de las Escrituras Sagradas y que, por tanto, aunque las tradiciones tengan su lugar cuando no contradigan la palabra de Dios, nuestra vida se guía fielmente por los principios de las Escrituras y no por el cumplimiento de las tradiciones. b) el lugar de la ley en la gracia de Dios (15-16): la ley tiene su valor y su función en la obra redentora de Dios. No es la ley lo que nos salva ni lo que nos justifica ante Dios. Pero por la ley (judíos de nacimiento) comprendemos el carácter pecaminoso de nuestra naturaleza humana y deseamos y buscamos la salvación. No la encontramos por la ley (ni judíos ni gentiles, nadie), pero por ella sabemos que por nosotros mismos somos incapaces de salvarnos, puesto que nos resulta simplemente imposible cumplir las demandas de la ley de Dios c) todos los seres humanos solo llegan a Dios justificados por Cristo (15-16): Pablo define claramente la forma como la persona alcanza una posición aceptable ante Dios, ya que por el cumplimiento de la ley jamás llegamos a Dios. El único camino para la salvación, por tanto, es la justificación promovida por Cristo a la que accedemos únicamente por la f en Cristo. Todos, judíos y gentiles, somos justificados por la fe en Cristo y no por la obra de cumplir uno la ley de Dios. d) la evidencia del pecado humano (17-18): aquí ahora Pablo se vuelta al tema de la circuncisión como necesaria para la entrada de los gentiles a la gracia y a la justificación de Cristo. Lo que se evidencia cuando comprendemos nuestro estado de pecado y de distancia de Dios es que somos transgresores y pecadores. Volver a las tradiciones religiosas de la ley de Dios, o “volver a edificar lo que antes había destruido”, usando las palabras de Pablo, es edificar sobre lo que Cristo ya lo considera plenamente cumplido y satisfecho, algo que se desvanece, desaparece y le da lugar a la gracia justificadora de Jesús. Volver a estas cosas, considerándolas parte del proceso de justificación es pecado. e) la obra de Cristo en nuestra vida (19-20): la enseñanza de Pablo en estos versos viene de forma muy personal, pero no exclusiva del apóstol. Él se presenta como voluntario para que todos nos podamos ver, en nuestra experiencia como cristianos, reflejados en su experiencia. Si Pablo se considera muerto para la ley y vivo para Dios, también nosotros; si Pablo crucificado con Cristo y Cristo vivo en él, también nosotros; si Pablo considera que vive por la fe en Cristo, que ha dado su vida por él, también nosotros. Por tanto, la obra de Cristo en nuestra vida es completa y no depende de que cumplamos algún precepto de la antigua ley (¡ni de las nuevas!) f) la eficacia de la obra de Cristo (21): como dice el apóstol, ya que la justicia de Dios no se obtiene mediante las obras de la ley, sino que por la gracia de Dios en Cristo, su propiciación por la muerte fue absolutamente eficaz, definitiva e insustituible. Por eso, ni Pablo desecha la gracia de Dios exigiendo que los gentiles se circunciden, ni tampoco nosotros podemos desecha esa gracia intentando cumplir preceptos como si tuvieran valor eterno y salvador. Conclusiones: a) La iglesia entonces era tan compleja como la de hoy: problemas como los planteados por los judaizantes o incluso la debilidad de Pedro al dejarse llevar por sus atrayentes doctrinas para un judío como él, son problemas parecidos a los que la iglesia viene enfrentando a lo largo de los siglos. No podemos pensar que ellos eran más santos, mejores, menos pecadores y con más capacidad de oír la voz de Dios por medio de las Escrituras. Somos igualitos y enfrentamos problemas similares b) El necesario estudio de las Escrituras (teología): la reacción de Pablo y su firme enseñanza nos muestra la importancia de un estudio serio, profundo, comprometido y constante de la Biblia como personas, familias e iglesia. Sin la palabra nos corrompemos, sin una teología segura somos como una paja que el viento levanta y la lleva c) La teología y la disciplina: esa teología es también necesaria como una forma de disciplina para todos nosotros individualmente y para la iglesia como comunidad. Para Pedro la disciplina vino por boca de Pablo, entre nosotros nos podemos amonestar mutuamente con respecto y amor, pero sobretodo recae sobre los lideres esa responsabilidad.

lunes, 22 de abril de 2013

AQUILA y PRISCILA: Nuestra Casa, Lugar de Misión

“Casa” es una palabra muy importante en la experiencia humana. Nos remite a la familia o a la falta de ello, crea en nosotros sentimientos buenos de cosas y momentos que echamos mucho de menos y, a veces, de sentimientos contradictorios. Pero no queda duda de que “casa” siempre es una palabra que viene cargada de significados. La casa de Aquila y Priscila no era tan distinta de eso: actividades domesticas, cuidados con las ropas, preparación de comidas, niños corriendo y más tarde jóvenes entrando y saliendo. Pero hubo un diferencial que posiblemente sea significativo para las casas de hoy: recibieron a Pablo que “fue a verlos, y como hacía tiendas de campaña al igual que ellos, se quedó viviendo y trabajando juntos” (18.2-3). De esa forma se estableció una excelente oportunidad para que Pablo se quedara en Corinto y predicase el evangelio. Además de ese diferencial, también hospedaban a la iglesia en su casa: “Saludad a Priscila y Aquila, mis compañeros de trabajo en Cristo Jesús. Por salvarme la vida, ellos arriesgaron la suya. Tanto yo como todas las iglesias de los gentiles les estamos agradecidos. Saludad igualmente a la iglesia que se reúne en su casa” (Rm 16.3-5). La palabra “casa” (gr: oikos) aparce de forma amplia y significativa en toda la Biblia. Un ejemplo de ello es la expresión “la casa de Dios”. Ocurre en Hb 3.1-6 con un profundo sentido teológico: nuestro pensar debe fijarse en Jesucristo que fue fiel al Padre, de la misma forma como Moisés fue fiel en toda la casa de Dios (3.2), referencia a Israel. Sigue el texto diciendo que, por su vez, Jesucristo es mayor que Moisés, puesto que como constructor de la casa es digno de mayor honor que la propia casa (3.3-4). La fidelidad de Moisés a la casa de Dios (Israel) se debe a que testificó el futuro a Israel (3.5), pero la fidelidad de Cristo se debe al hecho de ser “el Hijo al frente de la casa de Dios, y esta casa somos nosotros” (3.6). Por eso, consideramos la iglesia como la casa de Dios. Encontramos, también, la expresión la casa de mi Padre. Cuando era adolescente, al responder a la angustia de José y María por su desaparición, afirma Jesús: “¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que tengo que estar en la casa de mi Padre?” (Lc 2.49). A los vendedores expulsados del Templo en Jerusalén, afirmó “¿cómo os atrevéis a convertir la casa de mi Padre n un mercado?” (Jn 2.16). Sin embargo, el texto más conocido es Jn 14.2, cuando habla de nuestra fe y nos consuela: “en el hogar de mi Padre hay muchas viviendas; si no fuera así, ya os habría dicho”. Notamos, aun, el registro de varias iglesias que se reunían en casas. Algo importante para el establecimiento y crecimiento de la iglesia en sus inicios. Ya hemos mencionado la iglesia que se reunía en casa de Aquila y Priscila (Rm 16.5), pero vemos lo mismo en casa de Lidia: “cuando fue bautizada con su familia, nos hizo la siguiente invitación: si vosotros me consideráis creyentes en el Señor, venid a hospedaros en mi casa (Hc 16.15) y en la casa d Filemón: “y a la iglesia que se reúne en tu casa” (Fm 2). En nuestro texto, Hechos 18.24-27, tras Pablo dejar Antioquía y viajar por Galacia y Frigia, fortaleciendo la fe de las iglesias (18.23) y antes de su regreso a Éfeso (19.1), encontramos a Aquila y Priscila acogiendo en su casa a Apolo. Se trata de una historia metida dentro del contexto de los viajes misioneros en los que Pablo predicaba el evangelio, establecía nuevas iglesias y fortalecía la fe de los discípulos. Observamos que la ausencia de Pablo, el gran apóstol, predicador y misionero, no paralizó la iglesia en su ministerio y en su misión. Ese contexto es imprescindible para determinarse el “ambiente” que nutrió la experiencia de Aquila y Priscila: acoger a Apolo en casa fue una actitud inminentemente pastoral-misionera. Tenemos que entender el sentido de la palabra “casa” aquí. No es “oikos” como dije antes, sino “proselabonto” (proslambanô). Una palabra muy rica por indicar la actitud de “tomar a alguien a su lado”, “asumir a una persona”, “recibir con hospitalidad”, “aceptar en el círculo de amistades”, “tratar a alguien con bondad y afecto”. Recibe un uso muy especial en el NT: “encendieron una fogata y nos invitaron a acercarnos, porque estaba lloviendo y hacía frío” (Hc 28.2); “nosotros debemos brindarles hospitalidad” (2 Jn 8); “Pedro lo llevó a parte y comenzó a reprenderlo” (Mt 16.22; Mc 8.32); “te lo envío de vuelta y con él va mi propio corazón… recíbelo como a mi mismo” (Fm 12, 17); “recibid al que es débil en la fe… pues Dios lo ha aceptado” (Rm 14.1,3); “aceptaos mutuamente, así como Cristo os aceptó a vosotros para gloria de Dios” (Rm 15.7). Ante la riqueza de actitudes contenidas en el uso bíblico de esta palabra, abarcando actitudes personales, familiares, eclesiales y misioneras, notamos que la acción básica de Dios al aceptarnos en Cristo (gracia genuina) es lo que nos mueve hacia la aceptación del otro. En ese sentido, la experiencia de Aquila y Priscila, tal como la vemos en el texto, es pertinente a nuestras vidas como familias-misionera e iglesias-misioneras que somos todos. Veamos algunos elementos que caracterizan esa historia: 1. “Al oírlo Priscila y Aquila…” (18.26): lo que leemos sobre Apolo es admirable (18.24-26a). Posiblemente sería lo suficiente para que ya lo recibiéramos como pastor o misionero, pero mientras predicaba Aquila y Priscila lo oían atentamente. Sin duda percibieron su elocuencia, su fervor, su cultura, su conocimiento bíblico y su valor al predicar. Pero oyeron todavía más, notaron que su conocimiento bíblico y su experiencia con Dios todavía no estaban completos, puesto que solo conocía el bautismo de Juan (18.25). Quizás nadie más que Aquila y Priscila se dio cuenta de su necesidad de conocer “con mayor precisión el camino de Dios” (18.26). Aquila y Priscila demostraron atención y sensibilidad, se preocuparon con los rumbos de la vida y del ministerio de aquel joven y resolvieron acogerle. Y al hacerlo buscaban una nueva oportunidad de seguir sirviendo a Cristo, como cuando antes acogieron también a Pablo. 2. “Lo tomaron a su cargo…” (18.26): por el uso de “proselabonto” la traducción podría haber sido “lo invitaron a ir a su casa” indicando así su sentido más amplio de acogimiento. No solo le dieron un techo a Apolo, sino que lo hicieron ser aceptado por la iglesia al recibirle e inserirle en la familia y en la iglesia. Ejercieron así un significativo ministerio en el Cuerpo de Cristo (1 P 4.9; 3 Jn 8). La actitud de los dos fue de aceptación y apertura, demostrando afecto en su acogida. Ese es una clase de ministerio que debemos buscar e incentivar en nuestra propia familia e iglesia, porque se trata del ejercicio de un don fundamental para la salud de la iglesia y de su extensa obra misionera. Es importante, además, notar que Aquila y Priscila no eran apóstoles, ni teólogos profesionales, ni pastores o misioneros. Eran “personas comunes” (como si los pastores no lo fueran…) que vendían las tiendas que fabricaban para sobrevivir. Pero esta familia común tenía el serio compromiso de aceptar y acoger a otros ante Dios y la iglesia. No lo hacían por tener una casa confortable y grande, sino más bien lo hacían como parte de la misión de Dios en sus vidas. Abrir nuestras casas e iglesias es abrir nuestros corazones para acoger con sensibilidad, es abrir nuestra fe para ser vista y examinada a fin de tornarse proclamadora. ¿Lo podemos hacer? 3. “Y le explicaron con mayor precisión el camino de Dios” (18.26): el ambiente familiar de afecto y aceptación (en casa y en la iglesia) es primordial para que podamos enseñar la Biblia. Aprender la Biblia no es una cuestión de acumulo de informaciones, de hechos históricos y datos teológicos. Aunque tenga su lugar estas cosas, aprender la Biblia tiene como objetivo conducir a una persona al camino de Dios, y a una mayor obediencia a Jesucristo. Priscila y Aquila lo hicieron al instruir a Apolo con exactitud, llevándole a comprender dimensiones de la enseñanza bíblica y de la salvación en Cristo que todavía no las entendía bien. Hicieron un admirable trabajo de discipulado. El discipulado exige acoger al otro, además de exactitud en la enseñanza de la Palabra de Dios, lo que nos lleva como familia (de Dios) al estudio serio y continuado de la Biblia y a vivir permanentemente en sus principios. En ese sentido, el discipulado se comprende como un ministerio clave en la vida de la iglesia y en la dinámica misionera en el mundo. 4. “Como Apolo quería pasar a Acaya, los hermanos lo animaron y les escribieron a los discípulos de allí para que lo recibieran” (18.27): la iglesia sigue el mismo proceder acogedor y amoroso de Aquila y Priscila: dándole animo a Apolo a seguir su misión por Acaya, contactando con las iglesias de allí pidiendo que lo recibieran bondadosamente. Así la iglesia contribuyó y abrió puertas para su ministerio. La propia iglesia encontró en la acogida que recibía en casa de Aquila y Priscila un ambiente de aprendizaje de la palabra y una oportunidad para crecer en la gracia de Dios. Al ser acogida, la iglesia aprendió a acoger y a animar Apolo en su ministerio. Al transformarse en una casa que acepta y acoge, la iglesia entiende mejor la dimensión y la extensión de su misión. Se transforma en una iglesia-casa-misión y se abre hacia a los seres humanos. 5. “Cuando llegó, ayudó mucho a quienes por la gracia habían creído… demostrando por las Escrituras que Jesús es el Mesías” (18.27-28): de la misma forma que la iglesia, Apolo se asumió como un “misionero-casa”, se puso al lado (gr: paragenomenos) de los hermanos de Acaya y los acogió (casa). Solo así los pudo auxiliar y servir. Su ministerio tuvo como base el acoger y el discipular que recibiera de Aquila y Priscila. Ahora podía también acoger a los hermanos y demostrarles por la enseñanza de la palabra que Jesús es el Cristo de Dios, algo que hasta hacía muy poco él mismo no lo tenía muy claro (18.25). Tenemos aquí la formación de un verdadero equipo misionero compuesto por Aquila y Priscila, por Apolo y por la iglesia. Los tres se acogieron, se fortalecieron y se formaron como “casa de Dios” y, juntos, en la persona de Apolo, siguieron hacia los demás. Eso nos conduce a algunas implicaciones para nuestras familias e iglesias: 1. Misión es una acción que edifica, fortalece y construye permanentemente la vida; 2. Misión es una acción que proclama a todo el mundo (gr: oikoumene); 3. Misión es una acción que acepta y acoge;