Al pararme esta semana a pensar un poco sobre las palabras “¿Me necesitas? y “Te necesito” encontré una enorme cantidad de historias y textos en la Biblia que tienen que ver con esa actitud cristiana de ayudar y apoyar a alguien que lo necesite, al igual que con la actitud humilde de nuestra parte de pedir la necesaria ayuda a otros cuando nos toca pasar por una mala racha, sea la que sea. El concepto de diaconía, o se servir a los que necesitan con los recursos que tengamos en manos, también se encaja perfectamente en este contexto y lo podemos ver reflejado a lo largo de toda la historia del cristianismo.
Aunque pretendo mencionar algunos de estos textos, creo que estas palabras quizás puedan ser introducidas por las preguntas que nos hace Santiago en su carta: “¿Está afligido alguno entre vosotros? ¿Está enfermo alguno de vosotros?” (Santiago 5.13-14). Creo que son preguntas que, aunque Santiago ya nos haya dado sus respuestas, nos hacen pensar en las formas con las que reaccionamos personalmente cuando se nos presenta la ocasión.
¿Dé que manera reaccionamos ante el sufrimiento de otra persona? Viendo un reportaje sobre la forma como los chinos hoy día reaccionan ante una persona accidentada en la calle me chocó un poco saber que en general lo ignoran de forma absoluta no prestándole ninguna ayuda a la persona accidentada, puesto que por la ley de su país podrían ser demandados como culpables por el accidente ocurrido. Tras los dos segundos de susto ya me puse a pensar en mí mismo: ¿y que hago yo ante el sufrimiento de otras personas? ¿Me necesitas? seguramente es una de las palabras a que siempre tenemos que volver y a la que siempre tendremos que repasar y aprender.
Algunos textos de la Biblia nos ayudan a comprender mejor el sentido de la palabra ¿Me necesitas? Quisiera compartir algunos:
1 Jn 3.16-18 “en esto conocemos lo que es el amor: en que Jesucristo entregó su vida por nosotros. Así también nosotros debemos entregar la vida por nuestros hermanos. Si alguien que posee bienes materiales ve que su hermano está pasando necesidad, y no tiene compasión de él, ¿cómo puede decir que el amor de Dios habita en él? Queridos hijos, no amemos de palabras ni de labios para afuera, sino con hechos y en verdad”. El apóstol Juan nos deja muy claro que la base fundamental para que podamos extenderle la mano a los que nos necesitan es la obra de Dios a nuestro favor por medio de Jesucristo, una obra que ha revelado la inmensidad del amor y del interés de Dios en ayudarnos en nuestra más profunda necesidad, la de salvación.
En base a lo que hizo Dios por nosotros ya no más podemos cerrarles nuestro corazón a los hermanos y demás personas en sus necesidades. En amor con que amamos siempre está condicionado a que si lo podemos, o si lo tenemos, o a que si nos queda tiempo, o a que si no nos estorba demasiado… pero el amor cristiano, fruto de la obra redentora de Cristo, se asemeja al amor de Cristo que lo llevó a entregar su propia vida a favor de nosotros. En ese sentido, “¿Me necesitas?” es una actitud, no naturalmente humana, pero fruto de la obra de Cristo en nosotros, una expresión del amor de Dios a otras personas por medio nuestro. ¿Qué nos ha puesto Dios en nuestras manos con lo que podamos servir a los demás?
Hc 11.27 “Por aquél tiempo algunos profetas bajaron de Jerusalén a Antioquía. Uno de ellos, llamado Ágabo, se puso de pie y predijo por medio del Espíritu que iba a haber una gran hambre en todo el mundo, lo cual sucedió durante el reinado de Claudio. Entonces decidieron que cada uno de los discípulos, según los recursos de cada cual, enviaría ayuda a los hermanos que vivían en Judea. Así lo hicieron, mandando su ofrenda a los ancianos por medio de Bernabé y de Saulo”. Un tremendo hambre se acercaba y, al enterarse de lo que pasaría, los hermanos de la iglesia de Antioquía no esperaron a que se les pidiera ayuda; más bien, decidieron que cada uno daría proporcional a sus ganancias ayuda a los cristianos de Judea.
Lo bonito es que el movimiento de ayuda a Judea se esparció por muchas otras iglesias de otras regiones. Se ha formado, por medio del ministerio de Pablo, una red de iglesias y de hermanos que voluntariamente separaban cada semana una ofrenda específica para acudir a los necesitados de Judea debido al hambre. Eso nos enseña mucho, principalmente que las iniciativas personales, que son más limitadas y pequeñas, pueden servir de ánimo e incentivo a que otros sigan el mismo ejemplo, creándose así un efectivo ministerio diaconal de servicio a las necesidades de los que más sufren.
“¿Me necesitas?” puede y debe convertirse en un ministerio organizado que se dedica a la diaconía y al alivio del sufrimiento humano. Experiencias hay muchas que surgieron de la preocupación e iniciativa pequeña de una persona o de un grupo de personas. De ahí han surgido hospitales, centros de acogida, residencia para ancianos, grupos de apoyo a determinados sectores, colegios y universidades, entre otras cosas. Pero jamás llegaremos a producir obras con el volumen y tamaño de las que mencioné si no empezamos sincera y humildemente con la palabra “¿Me necesitas?”.
2 Co 8.1-4 “Ahora hermanos queremos que os enteréis de la gracia que Dios ha dado a las iglesias de Macedonia. En medio de las pruebas más difíciles, su desbordante alegría y su extrema pobreza, abundaron en rica generosidad. Soy testigo de que dieron espontáneamente tanto como podían, y aun más de lo que podían, rogándonos con insistencia que les concediéramos el privilegio de tomar parte en esta ayuda para los santos”. Siguiendo la experiencia diaconal de Antioquía, Pablo exhortaba ahora a los corintios a que siguieran el ejemplo de los macedonios, que al enterarse del hambre que asolaba Judea, vieron en ello una oportunidad de recibir ellos mismos la gracia de Dios en la forma de ofrendar de su profunda pobreza, puesto que muchos eran esclavos, los recursos que les fuera posible con el fin de acudir a los hermanos de Judea.
Para los macedonios, dejar de participar en ese esfuerzo en pro de los hermanos judíos sería como ser impedidos de tomar parte en los privilegios de la gracia de Dios en sus vidas. Su participación en la ayuda para los santos, por tanto, hizo con que se desbordaran de alegría y se sintieran agraciados por Dios. “¿Me necesitas?” para los macedonios era la forma más visible y concreta de expresar su fe, de demostrar el amor de Dios en sus vidas y su interés por la salvación humana.
Gl 6.2; Rm 12.13; 13.10 “Ayudaos unos a otros a llevar las cargas, y así cumpliréis la ley de Cristo”. “Ayudad a los hermanos necesitados… Así que el amor es el cumplimiento de la ley”. Por estos textos tenemos una visión muy interesante de la palabra “¿Me necesitas?”. Según el apóstol Pablo, ayudar unos a otros a llevar sus cargas es parte fundamental del cumplimiento de la palabra de Dios en nuestras vidas y en nuestras comunidades cristianas.
Cargas todos las llevamos, unos más en temas como la salud, otros más en lo que se refiere a problemas financieros, otros cargan más con las complicaciones familiares, otros con dificultades personales de las más distintas clases. La diferencia que eso asume para nosotros, cristianos, es la forma como llevamos nuestras cargas y la forma como nos ayudamos y como nos apoyamos en los momentos de crisis, de dudas, de luchas y de necesidades.
Sin el verdadero amor, que se compromete con el otro de forma efectiva, no será posible cumplir la ley de Cristo, puesto que la ley de Cristo se basa en su obra concreta de amor hecha de forma verdadera por nosotros y comprometida con la voluntad del Padre. En otras palabras, siendo la ley de Cristo una ley basa en obras concretas de amor, solo podremos cumplir con su ley de igual manera, con obras concretas de amor y alivio del sufrimiento de otras personas, llevándoles y demostrándoles el mensaje del evangelio salvador por medio de nuestro amor.
Pero la palabra “¿Me necesitas?” estaría completamente sola y posiblemente sin mucho sentido si no viniera acompañada por la palabra “te necesito”. La primera sin la segunda sería la manifestación del orgullo humano y su sentimiento de superioridad que nos impide de vivir plenamente el evangelio de Cristo; por otro lado, la segunda sin la primera nos encerraría en el círculo vicioso de una mentalidad de dependencia e inferioridad que de igual forma nos impide de vivir plenamente el evangelio de Cristo.
Cuando decimos a los hermanos que les necesitamos reflejamos nuestra dependencia de Dios por encima de todo. Y debemos recibir la ayudar ofrecida con humildad y como la respuesta de Dios para nuestras plegarias. En ese sentido, creemos en lo que la teología llama de “la providencia de Dios”, o sea el cuidado de Dios con todas las obras de su creación, sobre todo con el ser humano. El cuidado de Dios, o su providencia, se puede ver frecuentemente por medio de los hermanos, lo que significa que Dios se utiliza de los recursos, talentos y conocimientos que él mismo ha dado a sus hijos para bendecir y cuidar de todos.
Por tanto, el “te necesito” debe de sonar en nuestros labios como si fuera una oración a Dios, y en nuestros oídos cuando lo oímos de boca de otros como una llamada del propio Dios reclamándonos los dones y recursos que él nos ha dado.
Al combinar las palabras “¿Me necesitas?” y “te necesito” dentro de una misma comunidad de fe, lo que vemos es el establecimiento de una comunión que crece y se fortalece a diario. Vemos así el crecimiento del compromiso de amor de unos a otros que nos lleva a pensar en algunas implicaciones para la vida:
1. Ambas palabras unidas crea en mí, como persona, un sentido de vocación que me abre a las necesidades del otro y las mías propias; me da un sentimiento de servicio al otro y de humildad al ser ayudado;
2. Ambas palabras nos hace crecer diaconalmente, o sea, produce en la iglesia una responsabilidad hacia a los necesitados que se estructura de forma a servir mejor y con criterios claros;
3. Ambas palabras nos llevan a pensar en que formas hay de ofrecer ayuda mutua y concreta entre todos los que estamos aquí; en las formas de fortalecer los vínculos que ya existen entre nosotros;
4. Ambas palabras nos llevan a pensar que, como iglesias, tenemos responsabilidades diaconales con otras personas que sufren y que debemos dedicarnos también a ellas. Incluso, esa acción diaconal es una de las dimensiones de la evangelización tal como lo vemos en el Nuevo Testamento.
“¿Me necesitas?” y “Te necesito” son palabras que deben ser incorporadas a nuestro vocabulario y a nuestros concepto cristiano de cómo vivir el evangelio de Cristo en los días de hoy.
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