Luchas y probaciones siempre acompañan al ser humano a lo largo de su vida. Todos pasamos por los más distintos problemas en la vida: salud, dinero, trabajo, matrimonio y tantas otras cosas. Son problemas comunes a todas las personas. Pero, al leer la Biblia, nos encontramos también ante otra clase de dificultades que afectan muy directamente a los que creen en Dios. Por ejemplo, el apóstol Pedro nos dice que en muchas ocasiones sufrimos por mantenernos firmes al lado de la justicia de Dios; y se sufrimos porque nuestras decisiones son coherentes y fieles a Dios, a su palabra y a su justicia nos podemos considerar dichosos (1 Pe 3.13-14).
El Salmo 62 nos ayuda a tener victorias en las probaciones. Pero ¿a qué problemas se refería David cuando escribió este Salmo? Estos problemas están claramente puestos en dos grupos de versos donde se presentan de forma paralela. Primero en los vv.3-4 y, segundo, en los vv. 9-10. En 3-4 el énfasis está en la forma como que otros, por envidia y maldad propias, intentan derribarle del lugar donde le ha puesto Dios con mentiras y maledicencias. En los vv.9-10, la forma como le intentan derribar es por medio de la extorción, chantajes y la forma como comprar a las personas. Muchas veces creemos que se tratan de tácticas modernas de manipulación, pero ya las vemos muy desarrolladas en los días de David, siglos antes de Cristo.
Se tratan de problemas que nos afectan de una forma o de otra en fases distintas de nuestras vidas, y podemos reaccionar de variadas formas a estos y otros problemas que nos llegan. Los podemos afrontar confiados en nuestra fuerza personal, en nuestra astucia y capacidad de maniobrar las situaciones y las personas, confiados en que con los recursos materiales podremos darle la vuelta a cualquier dificultad que nos llegue. Supongo que estas, entre otras similares, sean las formas más comunes de enfrentarse uno a los problemas de la vida.
Pero, si echamos un vistazo al Salmo, encontraremos otra forma de afrontarse uno a los problemas y a las luchas de la vida. Es lo que propongo que hagamos ahora
1. Dios es la roca de nuestra salvación (1-2, 5-6): encontrando en Dios, y exclusivamente en él, nuestra esperanza, nuestra salvación, nuestra protección y fortaleza. Observe que los vv. 1 y 5 son iguales, están en paralelo. Lo mismo pasa con el 2 y 6. Los cuatro empiezan diciendo “sólo Dios… sólo él…” estableciendo los cimientos para que podamos enfrentar las dificultades de la vida. No hay otro fundamento más importante para la vida de uno, sea en los buenos o en los malos momentos, que el mismo Dios presente y actuante en nosotros, salvándonos y guardándonos.
De él viene nuestra esperanza y no de nosotros mismos o de los bienes que podamos acumular. Sólo de sus manos recibimos la necesaria protección de la que tanto somos carentes. Curiosa la expresión final de los versos 2 y 4: “jamás habré de caer”. Podemos tener la impresión al leer tales palabras que si estamos con Dios no nos pasará absolutamente nada de malo, que estamos vacunados contra la envidia de los demás, o que somos inmunes a las crises económicas, o que estamos libres de enfermedades y accidentes…
Pero la verdad es que cuando escribe David este Salmo, él mismo estaba pasando por momentos muy difíciles en su vida y por eso lo escribe, para expresar su confianza y su espera por el libramiento de Dios. La verdad es que, cuando confiamos en Dios y esperamos por su acción y salvación, nuestra fe jamás se abalará, nuestra confianza jamás será afectada y nuestro amor y dedicación a él jamás serán manchados, aunque nos sintamos enfermos en el cuerpo, o que estemos sin trabajo y dinero o que nos persigan la gente. Para tener victorias en las probaciones es preciso encontrar en Dios la roca segura de nuestra salvación.
2. En Dios debemos poner nuestra confianza (7-8): Si leemos bien estos dos versos vemos que no podemos poner sobre Dios parte de nuestra confianza, mientras que la otra parte nos toca a nosotros. La confianza en Dios es una actitud integral por parte nuestra, confiamos enteramente en él en todos los momentos de la vida, incluso en los momentos que parece que todo nos va tan bien que ya no le necesitamos.
La idea central de los versos 1-2, 5-6 se repite en el v.7, donde David reafirma a Dios como el salvador, protector y roca. Lo siguiente es consecuencia, en otras palabras, siendo Dios nuestro salvador, nos cabe a nosotros depositar toda la confianza en sus caminos y en la forma como nos guía a lo largo de la vida, nos toca confiar que él tiene para nosotros lo mejor, puesto que su voluntad es buena, perfecta y agradable.
El verso 8 es la clave para lo que estamos diciendo: “confía siempre en él” es una expresión que tiene mucho que decirnos. No confiamos en Dios solo en los momentos en que pasamos por luchas, enfermedades, dudas o crises. La confianza verdadera es una actitud perene o permanente, que la asumimos siempre, en cada momento de la vida, ante cada decisión que hemos de tomar. Una confianza a medias no surte el efecto transformador y abrumador que tanto necesitamos, puesto que revela una clase de fe insuficiente y dañada por el egoísmo y por la codicia.
Por eso, la exhortación del salmista es que debemos abrirle a Dios nuestro corazón. Un corazón que se mantiene cerrado a las propuestas de vida que nos hace Dios es un corazón duro, de piedra, que sólo está abierto a sí mismo y a nadie más. Pero un corazón y una vida dispuestos a recibir a Dios es el primer paso para que podamos disfrutar de la roca eterna que nos guarda y que nos guía. Encontramos en Dios un refugio seguro cuando nuestro corazón está ablandado y dispuesto a abrirse a él. Para tener victorias en las probaciones es preciso confiar en Dios más que en nosotros mismos.
3. La palabra de Dios es nuestra guía segura (11-12): el versículo 11 me parece impresionante, pues si Dios dice, dicho está. Y eso es lo que afirma la primera parte del verso: “una cosa ha dicho Dios”, y lo que nos ha dicho Dios eso es lo establecido por él y lo que tenemos que seguir. En resumen, creemos que la palabra dicha por Dios es definitiva y normativa. Es nuestra norma de fe y de práctica, vivimos y creemos basados en la palabra de Dios. Hoy tenemos toda la palabra que ha sido revelada por Dios en las Escrituras Sagradas, la Biblia.
Pero todavía me impresiona más el verso 11 cuando, en su segunda parte, dice “y dos veces le he escuchado”. Dios tiene que decirnos una sola vez, pero nosotros lo tenemos que oír siempre, a diario, a cada momento, a cada nueva situación y desafío en la vida, antes de cada decisión. La palabra de Dios es la forma como Dios nos habla y nos revela su voluntad, por medio de la Biblia Dios nos enseña, nos exhorta, nos consuela, nos convence y nos guía. Si nos apartamos de la Biblia, no hay como confiar plenamente en Dios. Si nos apartamos de su palabra jamás podremos mantenernos firmes en los embates que nos trae la vida.
Pero ¿Qué hay en la palabra dicha por Dios que tanto debe interesarnos? ¿Qué es lo que debemos escuchar dos veces acerca de Dios? La respuesta nos la da David en el final del verso11 y en el 12: “que tú, oh Dios, eres poderoso; que tú, Señor, eres todo amor; que tú pagarás a cada uno según lo que merezcan sus obras”
En su palabra Dios se presenta y se revela a sí mismo. Aquí David ha elegido 3 atributos de la persona de Dios que le han ayudado a confiar más en él y en su obra: Dios es poderoso, Dios es todo amor, Dios es justicia. Poder, amor y justicia son tres cualidades de Dios que, juntas, nos enseñan el equilibrio perfecto que hay en su propio ser y, consecuentemente, en la forma como se relaciona con cada uno de nosotros.
Vemos la perfección del ser y de la obra de Dios cuando abrimos los ojos y leemos la Biblia, cuando abrimos el oído y oímos su voz que nos llama y nos orienta. Por eso, la palabra de Dios es uno de los fundamentos para que podamos vivir una vida de piedad y devoción a la vez que vivimos la vida común de todos los días bajo la guía de Dios.
En la vida tenemos días tranquilos en los que creemos que estamos seguros y días turbulentos en los que nos vemos envueltos por problemas de varios tipos que nos quitan la serenidad y nos llenan de dudas y de miedos. Pero de cierta forma, da igual el día que tenemos, si tranquilo o turbulento, lo importante es que siempre estemos bajo la mano de Dios, buscando su presencia y dirección. De esa forma, sea lo que sea lo que nos pase, nuestra confianza en Dios se renueva y encontramos en su palabra el consuelo, la paz y la guía necesarios. ¡Que Dios nos bendiga!
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