“Jesús envió a estos doce con las siguientes instrucciones…” – Mt 10.5
¡Crecemos en nuestra visión y acción misioneras! Por eso debemos alabar a Dios, pues él es quien nos concede por su gracia este crecimiento. Es bueno crecer siempre y cuando es crecimiento sea integral y equilibrado. Para que sigamos creciendo es necesaria una inversión sólida y continua en la preparación de nuestros misioneros. La preocupación con el entrenamiento es tan seria como con el envío y con los resultados que todos esperamos. Los resultados dependen
La preparación para ejercerse el ministerio misionero sigue este mismo principio. Cuando los misioneros son enviados sin una adecuada preparación las consecuencias pueden ser desastrosas tanto para ellos y sus familias, cuanto para sus ministerios. Se deparan a diario con distintas dificultades por no conocer el nuevo idioma, por no entender la otra cultura y la forma como se hacen todas las cosas. Sufren la presión de estar solos y no encuentran respuestas a sus ministerios, sin hablar de los sufrimientos por los que pasan sus esposas e hijos. Además, podemos añadir a todo eso que una formación teológica, pastoral y misionológica insuficientes (en algunos caso que he seguido, prácticamente nulas) resulta en un ministerio sin la necesaria base para crecer y fructificar.
La ausencia de un entrenamiento y formación adecuados y sólidos se ve frecuentemente cuando oímos comentarios como: “el misionero no entiende la forma como vivimos y vemos el mundo. No se interesa por nosotros como personas ni por lo que, de hecho, pensamos y somos. Simplemente quiere imponernos sus ideas y plantar una iglesia tal como funciona en su país”.
El texto que hemos mencionado al principio (Mt 10.5) reflete la preocupación del propio Jesucristo cuanto a instruir debidamente a sus discípulos que serían enviados en misión especial. Su preocupación se extiende por todo el capítulo 10 de Mateo. Además, en Lucas 10 encontramos, otra vez, el registro de ese mismo entrenamiento misionero que le da Jesús a sus discípulos, donde la preocupación con el preparo para el ministerio misionero y pastoral es específicamente mencionado en los versos 7-8: “quedaos en esa casa, y comed y bebed de lo que ellos tengan… cuando entréis en un pueblo y os reciban, comed lo que os sirvan”. Lo que quiso Jesús hacer era preparar a los discípulos para relacionarse con las personas dentro de sus propias realidades de vida y así poder llevarles el mensaje de la gracia de Dios de forma adecuada, tanto social como teológicamente. Sin duda, eso nos lleva a rever con seriedad nuestra visión del envío de misioneros y nuestras prioridades e inversión en su preparación.
La preparación de los misioneros debe ser vista de una forma integral, puesto que tienen ante sí una misión importante que ejercer. Eso quiere decir que los misioneros deben recibir una preparación académicamente fuerte, volcada también para su formación práctica, preocupada con la formación de un sólido carácter cristiano, que los habiliten a trabajar en equipo, que les proporcionen edificación familiar, social, mental, emocional y espiritual. No podemos llevar a la ligera nuestra preparación misionera.
Por fin, me gustaría sugerir a todos nosotros (pastores, teólogos, misioneros, consejos, seminarios, institutos, agencias, etc) algunas implicaciones de que lo hemos comentado:
1. Es preciso crecer en nuestra visión de una evangelización integral del mundo en el que vivimos y para que eso se torne efectivo no podemos olvidarnos de la formación adecuada de los misioneros;
2. Es preciso que se forme una consciencia firme de que el periodo de entrenamiento o reciclaje en la formación de uno es un tiempo extremadamente importante y es parte fundamental de trabajo misionero mismo. No podemos pensar que un misionero que esté en proceso de formación nos sea un peso muerto;
3. Es preciso invertir de forma seria y consistente en la preparación adecuada de los misioneros, dándoles las condiciones necesarias para que se preparen bien en instituciones serias de la iglesia.
Nuestro deseo y expectativa es que podamos seguir creciendo como iglesia en misión, con obreros preparados y dedicados a la obra de Dios por todo el mundo.
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