Al vivir y realizar la misión de Dios en el mundo hay que llevar en consideración la sinergia cristiana como punto de partida. La sinergia se comprende como el esfuerzo simultaneo hecho por un equipo para la realización de una tarea que sería imposible a una sola persona. Sinergia es la asociación de fuerzas, el trabajo de un equipo fuerte e integrado en pro de una causa.
La Biblia nos habla de la sinergia y, frecuentemente, usa la palabra “cooperación” para describirla. En Dt 32.30 tenemos una promesa de sinergia: “¿cómo podría un hombre perseguir a mil si su Roca no los hubiera vendido? ¿Cómo podría dos hacer huir a diez mil si el Señor no los hubiera entregado?” En el Nuevo Testamento la idea de sinergia ocurre en textos como Mc 16.20; Rm 8.28; 16.3,9,21; 2Co 6.1. Así vemos que el concepto de iglesia en el Nuevo Testamento es altamente sinérgico. La iglesia no se compone de dos o tres personas que ganan para hacer lo que Dios requiere de todos; más bien, es una comunidad dinámicamente sinérgica, donde cada uno ejerce activamente sus dones y sus ministerios, y la cooperación intensa es un elemento común entre las personas y la caracteriza como iglesia en misión.
En el texto de 3 Juan 5-8 la palabra “cooperadores” (8) nos abre la puerta para la experiencia de la sinergia cristiana específicamente en lo que respecta a la misión que Dios nos la ha comunicado. Para ubicarnos mejor en el texto recordamos el trasfondo de la carta: Juan escribe a Gayo tras recibir la visita de algunos misioneros que recientemente habían pasado por la ciudad donde vivía Gayo y se habían quedado en su casa. Estos misioneros le comentaron a Juan sobre la fe, el amor y el cuidado que les había dispensado Gayo. Esta pequeña carta de Juan tubo, entonces, como propósito incentivarle a Gayo a mantener ese ministerio y fe, y no dar oídos a los malos ejemplos y desincentivos de Diótrefes que impedía y desanimaba a los demás con sus palabras y actitudes (8-9). Juan le incentivaba a Gayo a seguir trabajando sinérgicamente.
La sinergia cristiana, por tanto, es uno de los elementos básicos para la realización de la misión en el mundo. Así siendo, me gustaría destacar del texto algunas características de la sinergia cristiana aplicada a la iglesia en misión.
1. Fidelidad: el principio básico para la sinergia cristiana
“Dieron testimonio de tu fidelidad” (3), “te comportas fielmente en todo lo que hacer por los hermanos, aunque no los conozcas” (5). La fidelidad de Gayo en el verso 3 se asocia con el “estás poniendo en práctica la verdad” al final del verso. En el 5, la fidelidad de Gayo se asocia con “todo lo que haces (obra, servicio, ministerio, misión) por los hermanos”. Se pone en evidencia, por tanto, su fidelidad a Cristo y a los hermanos. Así siendo, el principio básico para la sinergia cristiana reposa sobre andar continuamente en la verdad y ser leal a la misión que recibimos de Dios. La ausencia de fidelidad, por su parte, nos hace caminar hacia tras.
Ser fiel es andar en la verdad, saber donde tenemos que llegar, fijar los ojos en Cristo y caminar con seguridad. Andar en la verdad es ser fiel a los principios de las Escrituras, permitiendo que la palabra de Dios nos inunde y determine nuestra marcha y ritmo.
Fidelidad también es ser leal a la misión recibida de Dios. Así no podemos hablar de fidelidad como si habláramos exclusivamente de una actitud interior. Por encima de eso, la fidelidad debe manifestarse a nivel de la acción concreta. En ese sentido, fidelidad es la realización de nuestros ministerios a la luz de la acción de Dios en el mundo. Se trata de una lealtad a la acción de Dios que nos conduce a una permanente evaluación de nuestras actitudes y ministerios, llevándonos a buscar nuevas opciones, nuevos frentes y oportunidades, nuevas formas y ministerios. Así, la fidelidad se torna en uno de los principios básicos para la sinergia de la iglesia en misión.
2. Amor: la real motivación para la sinergia cristiana
“Ellos han dado testimonio de tu amor” (6). El amor demostrado por Gayo no ha sido restricto a los hermanos de su iglesia, sino que incluía de forma concreta a los que hasta entonces les eran desconocidos o extranjeros (5). Posiblemente muchos de nosotros no hemos focalizado nuestra acción ministerial y misionera a hermanos que estén fuera de nuestro círculo de convivencia y conocimiento, pero aprendemos con Gayo que debemos expandir nuestros ministerios a otros.
El amor nos impulsa y, efectivamente, nos lleva a actuar a favor de las personas. El amor es el combustible y la principal motivación para la sinergia cristiana. Sin amor el trabajo en equipo y la asociación de fuerzas que caracterizan a la iglesia pierden su vigor y se quedan descalificadas. Sin amor no hay sinergia, sino más bien una convivencia difícil y un atrito seco donde los quehaceres y los intereses personales hablan más alto que la misión común dada por Dios. Es el amor que nos lleva a confesar y a perdonar, que rehace las relaciones y establece la unión, que nos hace oír, que mantiene viva la llama, que renueva la disposición, amplia nuestras fuerzas y nos lleva a empezar de nuevo cada día.
Es preciso ver el amor como siendo la real motivación para el ejercicio de la misión de Dios nos ha dado sinérgicamente en Cristo. El amor en la vida de Gayo, del que hablaron aquellos misioneros, era un amor comprometido con actitudes más bien que con sentimientos. Hablaron de un amor que lo pudieron ver, recibir y experimentar concretamente. Es esta clase de amor, visible y demostrable, que necesitamos en nuestra vida y misión.
3. Perspectiva Futura: la necesaria manutención para la sinergia cristiana
“Harás bien…” (6). Esta expresión es una recomendación que Juan le da a Gayo para que continúe ejerciendo su ministerio. Juan no querría que Gayo se contentara con lo que ya había hecho, por mejor que hubiera sido. Érale necesario desarrollar y mantener una perspectiva futura cuanto a su ministerio.
El apóstol Juan le querría dar a Gayo una perspectiva futura de ministerio y misión. Gayo debería mirar hacia adelante, fijándose en Jesús para que así pudiera hacer a diario la debida manutención de su ministerio y misión. Cuando uno pierde la perspectiva futura y escatológica dada por Dios por su palabra, vivir el presente y enfrentarse al día a día se torna en una de las peores experiencias de la vida. Por eso, como Gayo, necesitamos nosotros también de la perspectiva futura de las Escrituras cuanto a nuestra vida y ministerios, para que podamos llevar adelante la misión que ha puesto Dios en nuestras manos.
4. Encaminamiento: una actitud madura para la sinergia cristiana
“En ayudarlos a seguir su viaje, como es digno de Dios” (6). Llegamos a un punto del texto que ya no tenemos más para donde huir: si queremos hacer sinérgicamente la obra de Dios en el mundo, necesitamos comprender debidamente la palabra “encaminamiento”, que en el texto aparece como “ayudarlos”.
Encaminar puede significar simplemente el envío de alguien, pero por el cuerpo del texto y por la fuerza de su contexto, notamos que “ayudar” o “encaminar” misioneros en su jornada y misión era una especie de término técnico de las misiones cristianas primitivas, que implicaba directamente en asumirse uno la responsabilidad financiera por el envío de misioneros. Ha sido lo mismo que dijo Pablo a los romanos cuanto a su pretensión de llevarles a los españoles el evangelio: “tengo planes de visitaros cuando vaya rumbo a España. Espero que, después de que haya disfrutado de vustra compañía por algún tiempo, me ayudéis a continuar el viaje” (Rm 15.24).
En encaminamiento a que se refiere Juan implica en recibir y acoger a alguien que esté en preparación para el siguiente paso de su viaje misionero o de su ministerio, supliéndole de los recursos financieros y demás provisiones para que siga en su tarea misionera. Se trata de un compromiso completo y fiel con los que son enviados.
El encaminamiento es calificado en el final del verso por la expresión “como es digno de Dios”. Necesitamos una clara consciencia de que todo lo que invertimos en la vida de personas enviadas al campo misionero o que se dedican a un ministerio especifico, debe ser necesariamente norteada por el concepto de “digno de Dios”. Esto no se refiero solo a la provisión financiera, sino que también al seguimiento por la oración, a un ambiente eclesial propicio a la realización de su trabajo, al apoyo, incentivo y espacios suficientes para la creatividad y el desarrollo ministeriales.
En resumen, se trata de propiciarles la dignidad como seres humanos en todos los niveles. En ese sentido, “encaminar” y “dignidad” son conceptos y prácticas muy cercanas y dependientes en la misión cristiana. En ese sentido, observamos que el “encaminar de modo digno y agradable a Dios” se debe a dos condiciones mencionadas en el verso 7:
La primera es que ellos salieron por causa del nombre de Cristo: no salieron para realizar sus sueños de consumo, ni para su propia promoción personal o para tornarse famosos, sino más bien han salido por un profundo llamado de parte de Cristo en sus vidas. Salieron para cumplir con su vocación, reflejo de la vocación de Dios dada a la iglesia, para llevar el mensaje del evangelio a personas de oros pueblos y a otros segmentos de su propio pueblo. Salieron y se prepararon para ayudar a otros hermanos a edificaren sus vidas en los valores del reino de Dios. Necesitan ser encaminados con la dignidad que glorifica a Dios.
La segunda es que salieron sin nunca recibir nada de los paganos: los que no creen en Cristo, llamados de paganos por Juan, no tienen porque encaminar a los cristianos en su misión. Estos deben esperar y contar con el apoyo digno, por tanto, de sus propios hermanos de fe.
5. Hospitalidad: la demostración inicial de nuestro involucramiento misionero
“Nosotros, por tanto, debemos bridarles hospitalidad” (8). Hospitalidad es aquí un término que designa tanto el hecho de recibirse personas en casa, como una actitud y disposición constantes de criarse un ambiente familiar, acogedor y bendecido en casa y en la iglesia para recibir a hermanos como estos y a todos los demás. La hospitalidad, por tanto, se convierte en una demostración inicial de nuestro compromiso con la misión de Dios, siendo una marca de la iglesia en misión.
Los que han salido para dedicarse a algún ministerio específico, necesitan encontrar en la hospitalidad de sus hermanos un ambiente para recomponer sus fuerzas, restaurar sus ministerios, planear, estudiar y reciclarse. Si por un lado la iglesia misionera es enviadora, encaminando con dignidad a los hermanos para la obra, por otro lado debe ser también recibidora, y la dignidad es parte de ambas dimensiones.
Demostrar la hospitalidad es algo muy concreto y consciente. Se trata de una actitud clara y determinante, o diciéndolo de otra manera, se trata de un ministerio serio y necesario para la evangelización e el involucramiento con la obra misionera. Tiene que ver con el diaconato y con la prestación de socorro; tiene que ver con un profundo sentimiento personal de que somos partes de la misión de Dios en el mundo.
6. Cooperadores en la verdad: la más pura sinergia misionera
“Y así colaborar con ellos en la verdad” (8). Si la exhortación juanina es para que colaboremos, entonces es posible que no lo estemos haciendo. En otras palabras, la posibilidad de que no estamos colaborando o cooperando sinérgicamente en la misión de Dios es, por lo mínimo, concreta. Pero algo es cierto: por lo que leemos en los versos 9-10 sobre Diótrefes, cuando no actuamos sinérgicamente en la misión, actuamos como promotores de impedimentos para la misión.
Es preciso entender que debemos trabajar juntos simultáneamente y en asociación rumbo a los propósitos de Dios, o estamos fuera de su misión si nos consideramos únicos y mejores en la obra de Dios. Es hora de asumir este hecho y conjugar todas nuestras fuerzas alrededor de la prioridades misioneras y ministeriales que Dios nos ha dado. Eso tiene que partir de todos nosotros como iglesias, misioneros, obreros, familias y creyentes, como un sentimiento común y una actitud concreta que refleje nuestra fe y nuestra dinámica como iglesia en misión.
Ante lo que vemos en este texto, creo que necesitamos reflexionar con seriedad acerca de cómo hemos encarado hasta ahora la misión y cumplido con nuestra vocación. Sin duda que hay muchas cosas que necesitan ser transformadas en nuestras vidas y en nuestras iglesias a la luz de la misión de Dios en el mundo. El reto que tenemos es curvar el corazón, confesando nuestra vida para que vivamos afinados con la misión de Dios, comprometidos de cuerpo y alma con el reinado eterno de Dios.
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