lunes, 7 de febrero de 2011

Cristo: Nuestro Único Salvador

A lo largo de muchísimos años al sacerdote se le consideraba como el mediador entre Dios y los hombres comunes, como el que mediaba la gracia y el perdón de Dios por medio de la administración de los sacramentos. Darle al sacerdote o a cualquier otra persona este poder representa, sin duda, la centralidad del ser humano como el manipula y administra la salvación divina. En otras palabras, es darle al hombre un lugar que no le pertenece, como pasa en todas las demás dimensiones del humanismo. De cierta manera, este concepto de salvador, se repite incluso fuera del ámbito religioso como fruto de la fuerza que tiene sobre la sociedad el humanismo.

Por ejemplo, es lo que se ve cuando un líder político asume un cierto papel mesiánico para su pueblo; o cuando un deportista representa la esperanza y el desahogo para su pueblo que sufre a duras penas los problemas económicos; o incluso la naturaleza puede recibir de los hombre cierto poder divino, como pasa desde la antigüedad en muchas sociedades; hoy, la ecología asume un papel mesiánico, como si salvando el medio ambiente nos salvamos a nosotros mismos; y si vamos un poco más al centro de la vertiente postmoderna del humanismo, a la estética ya se le concede un cierto status divino y, representando un cambio radical en términos religiosos, a nosotros nos cabe el papel de salvadores del dios-estética y la verdadera religión de muchos se podría denominar de “estético adicción”.

En ese sentido, la Reforma del siglo 16, más que cualquier otra cosa, representó un asalto a la fe en la humanidad como el centro del universo, y una defensa del concepto de que solo Dios puede revelarse a sí mismo y salvarnos. No lo encontramos por nosotros mismos, más bien él nos encuentra a nosotros. A este énfasis la teología la conoce por “solus christus”, o sea, solamente Cristo. El “solus Christus” significa que Jesucristo es el único camino de acercamiento a Dios, es el único que nos puede llevar a mantener con Dios una verdadera relación de Padre e hijos, basada en la paz y en la reconciliación completa.

“Solus christus” es una doctrina que enfatiza a Jesucristo como la única auto revelación encarnada de Dios y el pleno redentor de todos los que creen. “Solus christus” no llama la atención sobre nosotros mismos o sobre cualquier otro ser humano como si fuéramos los autores y administradores de la gracia y de la salvación, más bien nos conduce a Cristo como el único mediador entre Dios y los hombre, como el único camino, la única verdad y la única vida eterna.

El texto de Romanos 5.15-21 nos ayuda a comprender mejor algunas de las dimensiones de la unicidad de Cristo en la salvación humana. Aquí vemos al apóstol Pablo presentándonos el principio de la vida en Cristo como un don de la justificación propuesta por Dios en contraste con el principio de la muerte que todos los seres humanos hemos heredados de la desobediencia de Adán. Ambos, Adán y Cristo son presentados por el apóstol en este texto como representativos de la humanidad. Adán nos representa como lo viejo y la muerte ante Dios, mientras que Cristo nos representa como lo nuevo y la vida ante Dios. Con ese rápido trasfondo podemos entender mejor a Cristo como nuestro único salvador.

1. Solo Cristo es nuestro salvador porque la gracia de Dios no se puede comparar con la transgresión de Adán y de todos los seres humanos (5.15). Por un solo hombre, Adán, todos heredamos el status de muertos antes Dios; incomparablemente mejor es la salvación y la vida que nos viene de parte de Dios por medio exclusivo del sacrificio de un solo hombre, Jesucristo. El proyecto de vida que nos propone Dios de forma única por la gracia de Jesucristo es muchísimo mejor que el estado de alejamiento y de pecado en el que inevitablemente nos representa Adán, puesto que nos conduce a una nueva dimensión de vida al lado de Dios donde la distancia y el pecado ya no determinan la conducción de nuestra vida. Si por el pecado de Adán, cuando nos representó ante Dios, heredamos también el pecado, ahora por Cristo, y solamente por él, al representarnos ante Dios en la cruz, recibimos la justificación de nuestro pecado y lo manifestamos en todas las dimensiones de la vida por medio de fe. Por eso debemos ser gratos a Dios por la salvación que solo por medio de Jesús la recibimos y debemos manifestar nuestra gratitud consagrándole toda nuestra vida.

2. Solo Cristo es nuestro salvador porque su dádiva de vida es superior a las consecuencias en nosotros del pecado de Adán y las cubre de forma completa. No hay ningún otro que tenga el poder de sanarnos por completo de las consecuencias del pecado tanto en la vida presente como en la futura. Pablo es claro al mostrarnos que las consecuencias finales del pecado es el juicio que lleva a la condenación, pero al igual nos muestra con mucha claridad que la justificación solo puede ser por la fe únicamente en Cristo y en nadie más. Solo por medio de Cristo se puso fin al reinado de la muerte y se puso en marcha el don de la justicia con el que reinaremos para la vida. El reinar en vida por medio de Cristo contrasta nuestra anterior cautividad bajo el dominio del pecado con la nueva posición que asumimos con Cristo. En ese sentido, la abundancia de la gracia y su calidad superior de vida además de ser fruto de la obra que únicamente pudo ser realizada y completada por Jesucristo, nos lleva también a asumir una vida dimensión de vida con Cristo. Eso nos alegra, o sea, encontramos una sana alegría y seguimos nuestra vida común con plena seguridad al saber que solo por Jesucristo recibimos ya, aquí y ahora, ese don de la vida eterna.

3. Solo Cristo es nuestro salvador porque es el único que nos justifica ante Dios por la condenación del pecado. Una vez más, Pablo hace una comparación entre Adán y Cristo. En realidad se aprecia que exista una diferencia muy grande entre ellos: condenación versus justificación, o mejor diciendo, por medio de Adán muchos fueron constituidos y declarados oficialmente condenados, mientras que únicamente por medio de Cristo muchos fueron constituidos y declarados oficialmente justificados. Eso no quiere decir que los declarados justificados lo han sido porque anteriormente eran inocentes y justos. Todo por el contrario, Pablo deja claro que de entre los condenados en Adán, Cristo ha justificado por medio de su obra redentora a los que creen verdaderamente por fe. Eso significa que lo que hizo Adán al desobedecer la alianza establecida entre Dios y él, representando a todos los seres humanos en esa alianza, nos ha pasado factura en forma de alejamiento eterno y culposo de Dios. Pero lo que hizo Cristo, dando voluntariamente su vida a favor de los pecadores, siendo él mismo Dios, nos justifica plenamente ante el Padre, que se apresura en declararnos oficialmente justificados y herederos de la vida desde ahora y por siempre.

4. Solo Cristo es nuestro salvador porque la ley revela la existencia del pecado en nuestra vida y apunta para el inevitable camino de la salvación por Cristo. Es interesante pensar en la ley, puesto que los judíos tenían la idea de que la ley era el camino de la justicia y de la justificación, o sea, al cumplir cada letra de la ley el ser humano estaría justificado de su mal y de su pecado. Cumpliendo la ley no hay porque ser juzgado y condenado, la ley lo absuelve. Pero no es esa la interpretación que le da el apóstol al tema de la ley. Según él, el único que nos puede justificar el Cristo con su gracia y no la ley cumplida por nuestros méritos y obras propias. La ley es como si fuera, en el concepto de Pablo, la vara con la que movemos el agua del charco, si nadie la mueve puede parecer que esté limpia, pero si la movemos con ganas luego se levanta el barro, el lodo y todo lo sucio que se ha acumulado en el hondo a lo largo del tiempo. En ese sentido, la ley antes que proponernos una forma humana de llegar a la justicia de Dios, más bien nos revela lo cuan sucia está nuestra vida bajo las cristalinas y calmadas aguas.

La ley revela el pecado y solo Cristo lo perdona. La ley revela la suciedad de una vida alejada de Dios y solo Cristo nos purifica. La ley revela la condena que pesa sobre nosotros y solo Cristo tiene el poder de justificarnos y librarnos de la condenación. Así siendo, el triunfo de Cristo es más grande, más poderoso y más eficaz que el fracaso que hemos heredado de Adán. Aunque la muerte se pueda describir como un reino, el reino de la muerte, la vida en Cristo es un reino todavía más fuerte que perdura para todo el siempre. Aunque la muerte sea un poderoso enemigo, sabemos que ha sido vencida por el poder supremo de Jesucristo y su obra redentora.

Dice Pablo: “pero allí donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia”. El mensaje de estas palabras me parece lo suficientemente claro como que para servirnos de guía en nuestra vida cristiana. El pecado es una realidad que no la tenemos como negar, el un hecho por la simple razón de que como seres humanos estamos distanciados de Dios. Además, es una realidad abundante que inunda todo nuestro ser, estamos literalmente sumergidos en el pecado. Pero la gracia de Cristo, y únicamente de Cristo, sobreabunda en las vidas de los que reconocen la abundancia de su pecado. Solo sobreabunda la gracia donde abunda el pecado, o sea, eso significa que si no tenemos conciencia de nuestro pecado porque no nos hemos acercado a la ley de Dios que nos revela la cantidad, la profundad y la extensión de nuestro pecado, no tendremos necesidad de buscar la gracia de Cristo. Pero si por la ley nos vemos absolutamente incapaces de producir un bien espiritual suficientemente grande como para que podamos salvarnos a nosotros mismos, entonces solo hay un camino: Cristo con su gracia redentora.

En conclusión quiero decir que se Adán y el pecado nos han destruido, Cristo es el único que nos puede restaurar; si el don que nos ha dejado Adán es el alejamiento culposo de Dios y la consecuente condenación, solo Cristo nos puede regalar la vida eterna justificados desde ahora ante Dios; si por Adán entró y reinó la muerte en el mundo, solo por medio de Cristo vino el reinado de la vida, del perdón, de la paz y del amor.

¿Qué estamos buscando? ¿Queremos seguir viviendo en el reino de la muerte? ¡Supongo que no! Solo Cristo es la vida, vivamos nuestra vida al lado de Cristo.

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