domingo, 7 de noviembre de 2010

El Camino del Mundo y el Camino de Cristo

Me impresiona mucho el parecido que puede haber entre nosotros hoy y los discípulos de Cristo del primer siglo, aun considerándose la distancia de tiempo, de lugares, de culturas y de forma de vida que hay entre nosotros y ellos. Pero en muchas ocasiones nos podemos ver en las cosas que hacían y decían.
Uno de esos casos es el incidente que encontramos en Mt 20.20-28. Jesús y sus discípulos estaban cerca del rio Jordán, en la ciudad de Jericó, e iban de camino a Jerusalén donde seria preso, muerto y resucitaría al tercer día, como él misma lo acabara de anunciar. Los discípulos no acababan de comprender lo que estaba ocurriendo, solo sentían que algo grande estaba a punto de ocurrir. Se habían convencido de que al llegar a Jerusalén Jesús se proclamaría como el Mesías de Israel, esperaban un acontecimiento espectacular y una gran celebración. De ninguna forma esperaban crucifixión y muerte. Hasta ya podían ver la caída del poderío romano bajo el poder del Mesías y el gobierno universal de Israel irrumpiendo en la historia. Y en ese nuevo reino de Israel y su Mesías, claro está, los discípulos se veían ocupando altas posiciones de liderazgo y gran destaque internacional.
Pues ha sido en este preciso momento que interfiere la madre de Jacobo y Juan a favor de sus hijos: “ordena que en tu reino uno de estos dos hijos míos se siente a tu derecha y el otro a tu izquierda” (21). En su conversación y respuesta a esta madre y a los demás discípulos Jesús nos muestra claramente cuál es el principio vivido y ofrecido por él mismo en contraste con el patrón de los seres humanos. En base a eso veamos algunos elementos del camino del mundo y del camino de Jesús.

I. El Camino del Mundo: la autopromoción
1. “Yo Primero”: la madre con sus dos hijos nos han dejado muy claro que su filosofía de vida, incluso de vida religiosa, se basaba en el “yo primero”. Querían ocupar los más altos cargos en aquel supuesto reino judaico universal y no median los esfuerzos para lograrlo por el camino más corto.
Está claro que tenían base para el pedido que le hicieron a Jesús. Unos momentos antes hablaba Jesús con ellos sobre el reino (19.28) y les decía: “vosotros que me habéis seguido os sentaréis también en doce tronos para gobernar a las doce tribus de Israel”. El raciocinio de Jacobo, Juan y su madre era muy obvio: 2 de los 12 tronos estarán uno a la derecha y otro a la izquierda del Mesías, serían los puestos más altos y seguramente ocupados por dos personas. La pregunta es muy sencilla: ¿Por qué no yo? ¿Por qué no yo y mi hermano? ¿Por qué no mis dos hijos? La actitud del “yo primero” es innata al ser humano y se constituye en una de las manifestaciones más fundamentales del pecado y del egoísmo en nuestras vidas.
2. Comportamiento Manipulativo: en el camino del mundo, que es la autopromoción, nos encontramos también con un comportamiento que se relaciona con personas y situaciones en base a la manipulación. La madre y sus dos hijos se organizaron rápidamente y echaron mano de la manipulación para lograren sus objetivos personales.
Algunos piensan, y hay evidencias razonables para aceptarse ese hecho, que la madre de Jacobo y Juan era hermana de María, la madre de Jesús, lo que le da a la conversación con Jesús y a su pedido un cierto aire familiar. Se acerca a Jesús y le dice: “deja a la multitud y a los discípulos al lado porque tu tía quiere pedirte algo especial”.
En el camino del mundo (la autopromoción), en el propósito determinante de alcanzar a nuestros objetivos, la actitud manipulativa se convierte el algo normal y frecuente: manipulamos personas, manipulamos situaciones, usamos la influencia que tenemos y las posiciones que ocupamos para obtener lo que uno desea. Desafortunadamente, eso no ocurre solo en la política, sino que igual en las relaciones familiares, profesionales, sociales y religiosas.
3. Cauterización de la Conciencia: en el verso 22 observamos que en la ansia de la autopromoción los dos hermanos, de hecho, no sabían lo que le pedían a Jesús. “No sabéis lo que estáis pidiendo. ¿Podéis acaso beber el trago amargo de la copa que yo voy a beber?” Con esta pregunta Jesús hace referencia a su propia muerte. ¿Estáis listos para asumir los costes del liderazgo en el Reino de Dios? ¿Podéis clamar a Dios por las necesidades del pueblo? ¿Estáis listos para sentirse totalmente solos aunque rodeados de gente todo el tiempo? ¿Podéis seguir a un maestro que no tiene donde reclinar su cabeza? Lo espantoso es que le respondieron: “Sí, podemos.”
La pregunta de Jesús tenía que ver con su muerte, con las acusaciones que recibiría, con tener su rostro escupido por alguien y su cuerpo herido y colgado de una cruz hasta la muerte. Jacobo y Juan ¿podéis beber de la misma copa que estoy a punto de beber? Cuando le contestaron “Sí, podemos” estaban firmando una declaración de completa ignorancia acerca de los propósitos redentores de Dios para los seres humanos. Tenían su conciencia condicionada por la locura del poder, por el deseo de supremacía y por la autopromoción.
4. Competitividad Destructiva: otro elemento que encontramos en el camino del mundo, de la autopromoción, es la competitividad destructiva. No se puede crear y fortalecer a un equipo, cualquiera que sea, sobre el fundamento del “yo primero”. Y cuando se refiere específicamente al Reino de Dios, no hay duda de que la competitividad y el deseo de supremacía caen como una bomba desarticulando personas, equipos y destruyendo a los ministerios dados por Dios.
En el v.24 lo vemos de forma clara: los otros 10 discípulos se indignaron contra los dos hermanos y ya está… el colegio apostólico entra en receso… Y es posible que el pedido de la madre solo haya sido la última gota para tanta indignación, es posible que antes de eso los ánimos ya estuvieran alterados.
Cuando todos, o aun que sean unos pocos, en una comunidad, familia o iglesia se sienten mejores y superiores a los demás, con el derecho de control, es inevitable que la competitividad destruya las relaciones humanas y se manifieste como una especie de encarnación comunitaria de nuestro propio pecado.
5. Abuso de Autoridad: en el camino del mundo nos encontramos todavía con el abuso de autoridad. En el v.25 tenemos dos palabras que nos ayudan a entender que es lo que significa el abuso de autoridad. Jesús habla sobre la forma cruel como los gobernantes o cualquier otra persona instituida de autoridad, sea en el ámbito de la política, economía, religión, familia, etc llegan a usar de su autoridad. Las palabras “oprimen” y “abusan de su autoridad” en el original de este texto vienen acompañadas de un prefijo con el sentido de “hacia abajo”, lo que significa que cuando la autoridad se ejerce de arriba hacia abajo se torna abusiva. La idea del verso es la de autoridades que miran con desdén, que consideran a sus liderados como menores, como personas que no tienen ciertos derechos básicos o como personas cuya finalidad de existir es servirles en sus propósitos.
El abuso de la autoridad lo podemos ver por todos los lados y en todos los niveles de la sociedad y de las relaciones sociales. Lo vemos en las calles, en la política, en los acosos, en los malos tratos físicos y psicológicos, en las empresas y en la esfera religiosa.

II. El Camino de Jesús: Servicio
Gracias a Dios que siempre nos concede una alternativa para nuestra vida de pecado. No necesitamos seguir por el camino de la autopromoción y del mundo, Jesús nos ofrece su propio camino como propuesta del Reino de Dios: ¡el servicio!
1. Un Nuevo Concepto de Grandeza: los vv. 26-27 nos hablan un poco del concepto de grandeza que tenía Jesús. Me quedo imaginando el susto de Jacobo, Juan, su madre y los otros diez al oír estas palabras. Eso va en contra de todo lo que les enseñaron desde pequeños en casa, en el colegio, entre los vecinos… O Jesús se volvió totalmente loco o el Reino de Dios es radicalmente contrario a todo lo que piensa y hace el mundo y a mucho de lo que nosotros mismos hacemos a diario.
Al hablar sobre la grandeza pensaba Jesús en el servicio. Al asimilar este nuevo concepto de grandeza necesitamos estar conscientes de que implica en serios ajustes de varios otros conceptos que giran alrededor de ese, es preciso reformatear y reconfigurar nuestros ideales de vida, repensar nuestras prioridades y rehacer nuestras acciones y decisiones.
Es importante, todavía, recordar que hay una significativa diferencia entre ser grande para Dios y ser grande para mí mismo. Hay una diferencia entre el deseo de tener mí grandeza medida en términos de cuantas personas me sirven y de tener mí grandeza medida en términos de a cuantas personas sirvo y que pueden por eso sentir, comprender y recibir el amor y la gracia de Jesucristo.
2. Una Nueva Posición: ser un verdadero seguidor de Jesucristo conlleva tanto un nuevo concepto de grandeza como el asumir una nueva posición: la de siervo.
Hay dos palabras en los vv.26-27 que nos ayudan a entender mejor ese nuevo papel que asumimos. La primera está al final del v.26: “deberá ser vuestro servidor”. Servir aquí es la palabra “diakonia” que básicamente se refiere a un empleado doméstico, a la persona que cuida de la casa y del bienestar de los que ahí viven. Es alguien que está para servir a los moradores de la casa en sus necesidades domésticas diarias. La segunda palabra la encontramos en el v.27, también al final: “deberá ser siervo o esclavo de los demás”. Un poco fuerte si lo entendemos desde la perspectiva del mundo, pero la palabra “doulos” significa básicamente un esclavo, alguien que está totalmente bajo la autoridad de otra persona y nada más tiene que hacer que servirle.
¿Cómo entender estas dos palabras dentro de este contexto? Las debemos comprender como presentándonos una nueva posición que espera Jesús que la asumamos ante él. En primer lugar significa que somos siervos de Cristo, estamos bajo su suprema autoridad y liderazgo. En segundo lugar significa que somos siervos unos de otros. No unos del otro, sino unos de otros. En tercer lugar significa que tenemos que servir a las personas en su necesidad fundamental de conocer la gracia y el perdón de Dios.
De los tres significados parece que el que ofrece un mayor grado de dificultad no es servir a Cristo o servir a las personas en su acercamiento a Dios, sino que el de servirnos mutuamente en nuestra convivencia día a día.
3. Un Nuevo Modelo: la nueva posición de siervo nos viene ejemplificada por la propia persona de Jesucristo, nuestro nuevo modelo de vida y de servicio (v.28).
Jesús sabía que la finalidad última de su encarnación era la de servir y morir por los pecados de la humanidad. En el libro de Isaias encontramos los 4 canticos que nos presentan a Jesús, su vida y obra, como el Siervo del Señor. El cuarto de los canticos está en Is 52.13-53.12. En un momento de este cantico dice el profeta: “después de su sufrimiento, verá la luz y quedará satisfecho; por su conocimiento mi siervo justo justificará a muchos, y cargará con las iniquidades de ellos.”
El precio pagado por nuestra liberación del pecado y del juicio eterno ha sido la muerte de Cristo. Con su muerte y resurrección Jesús consumó totalmente su actitud de servicio para con nosotros y para con el mundo. Así siendo, en este v.28 Jesús se nos presenta como nuestro modelo perfecto de servicio, un modelo que no lo podemos poner en un marco y colgarlo de la pared, sino que se trata de un modelo que debe encarnarse en nuestros corazones, mentes y actitudes. En su camino de servicio el discípulo de Cristo necesita reflejar en su vida diaria el supremo modelo, Jesucristo.

Me gustaría concluir con una sola pregunta: ¿en qué área particular de nuestras vidas y de nuestras relaciones nos está llamando Dios para ser siervos? ¿En nuestra casa y familia? ¿En nuestro trabajo? ¿En la iglesia?
¡Que Dios nos bendiga y nos ayude en nuestro camino de servicio!

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