“Vi un cielo nuevo y una tierra nueva” (Ap 21.1)
Los capítulos 20-22 encierran el último de los paralelos progresivos del Apocalipsis, tratando como ya lo sabemos de todo el periodo comprendido entre la 1ª y la 2ª venidas de Cristo, o sea todo el periodo de vida de la iglesia.
Pero ahora nos detendremos solo en este verso, puesto que nos trae un mensaje muy interesante e importante para todos los cristianos. Lo que me gustaría mostrar es el énfasis de Juan en que hay un nuevo cielo y una nueva tierra, como si Dios se propusiera a rehacer su creación tornándola plena y redimida.
Hay algunos temas que los encontramos tanto en el inicio de la Biblia como en su final. El tema de la creación es uno de estos: la Biblia empieza hablando de la creación (Gn 1-2) y termina su relato volviendo otra vez a la creación, en este caso, la nueva creación (Ap 21). Por tanto, creación y nueva creación se unen en un solo concepto teológico en la Biblia, asumiendo un papel de significativa importancia tanto para la comprensión fiel del mensaje bíblico, como para la comprensión y vivencia de nuestra propia salvación y de la misión de la iglesia en el mundo. De cierta manera podemos decir que esta “teología de la creación y de la nueva creación” es uno de los pilares fundamentales de la fe cristiana.
Tenemos que empezar por el principio: la creación en Génesis. Creemos, básicamente, que la enseñanza bíblica sobre la creación no se limita a los dos primeros capítulos de Gn, como muchos parecen pensar. Tampoco se trata de una formulación única, fija y estática, como si Dios hubiera creado todas las cosas y ya está, eso no se cambia más. Al contrario, se trata de un concepto que crece a través de los siglos, variando su lenguaje y sus figuras, asumiendo los más inesperados cambios de significado. En este proceso dinámico el tema de la creación siempre se vincula en la Biblia, de forma inseparable, con el desarrollo del mensaje bíblico de la salvación.
En ese sentido, podemos decir que la creación es el escenario donde se desarrolla todo el drama de la salvación. Eso lo constatamos en Gn 1-3 donde los relatos de la creación nos lleva dentro de la intención salvadora de Dios en la historia: Dios nos ha puesto como parte significativa de su creación y totalmente integrados con la totalidad de las demás seres y obras creadas, no podemos vivir fuera de ese contexto. Ha sido dentro del contexto de la creación que hemos pecado y que seguimos siendo pecadores; con la caída no solo los seres humanos se vieron alejados de Dios, sino también toda la creación ha sido sujetada por los efectos del pecado humano. Ha sido dentro del contexto de la creación que vino Jesucristo (encarnación-muerte-resurrección) a establecer definitivamente el plan redentor del Padre. El camino para la historia de la salvación lo preparó Dios dentro del contexto de la salvación (Gn3.15). Es ahí donde todo tiene su inicio.
Podemos seguir el recogido de la creación y nueva creación hasta llegar en el Apocalipsis. En los capítulos finales de Isaias (40-66) encontramos los verbos crear, hacer y formar usados con mucha frecuencia, introduciendo el concepto de la nueva creación. En Isaias 65.16b-25 encontramos lo que posiblemente pueda ser llamado de “el clímax de la nueva creación en Isaias” (“prestad atención, voy a crear un cielo nuevo y una tierra nueva” - 17) donde el profeta establece un contraste entre las cosas pasadas y las nuevas realidades creadas por Dios. En relación a las cosas pasadas, resumida en el texto por la palabra “angustias” (16), la actitud a ser asumida es profundamente redentora y restauradora: “han quedado en el olvido” (16), “no volverán a mencionarse” (17), “ni se traerán a la memoria” (17), “no volverán a oírse en ella voces de llanto ni gritos de clamor” (19). Este discurso redentor de Isaias viene acompañado del anuncio poderoso de la nueva creación: “voy a crear un cielo nuevo y una tierra nueva” (17) y “alegraos y regocijaos por siempre, por lo que estoy a punto de crear” (18).
Es interesante observar que tras hablar de la nueva creación, el profeta no se detiene en los detalles del nuevo mundo físico, más bien en la restauración de la humanidad: alegría perpetua para la comunidad (18-19), longevidad (20), trabajadores que disfrutan de su trabajo libres de la explotación de otros (21-23), no habrá sistemas en que unos nazcan para la calamidad (23b), será cumplida la bendición prometida a Abraham (23b-24), comunión con Dios (24) y harmonía en toda la creación (25). Se trata de una esperanza integral, cualitativamente nueva y asombrosamente atrevida, que incluye el fin de la mortalidad infantil, dignidad en la viejez, vivienda para todos y trabajo para todos. Esto está conforme la utopía de la justicia que vemos en los textos del jubileo (Lv 25.8-23; Dt 6.10-12; 8.7-18; 15.1-18; Is 61; Lc 4.17-19; Hc 2.42-47; 4.32-37; 1 Jn 3.17-18)
En Lc 4.17-19, haciendo referencia directa a Is 61, Jesús identifica su ministerio redentor, que nos proporciona una nueva calidad de vida humana, con el “año del favor del Señor”, una referencia al año del jubileo cuando todo se hacía nuevo otra vez en las relaciones humanas, familiares, sociales y en cuanto a la tierra. La figura del jubileo para representar el nuevo ser humano creado y transformado por la gracia salvadora de Cristo en Lc es también la figura usada por Pablo para referirse a la redención que encontramos en Cristo: en 2 Co 5.17 el hecho de que en Cristo somos una nueva creación se relaciona tanto con que Cristo nos reconcilió consigo mismo, como con la “fórmula del olvido” de Is 65 – “lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo”.
Si conforme Lucas y Pablo, ya nos ha llegado la nueva creación por la gracia redentora de Cristo, podemos leer el Ap 21.1 con un trasfondo suficiente. En Ap el tema de la nueva creación viene coronando a toda la expectativa salvadora descripta a lo largo del libro. Así que los capítulos 21 y 22 pueden ser así resumidos: la nueva creación (21.1-8), la nueva Jerusalén (21.9-27) y el nuevo paraíso (22.1-5). Es importante que nos acordemos de que las palabras iniciales de 21.1 “vi un cielo nuevo y una tierra nueva” hacen eco a las de Gn 1.1 “Dios en el principio creó los cielos y la tierra”, lo que indica claramente que los propósitos originales de Dios al crear todas las cosas, incluso los seres humanos, no será frustrados. Al contrario, todo nos lleva a creer que la intención y la obra originales de Dios (Gn) serán cabalmente cumplidas al final (Ap). Para eso ha sido enviado Jesucristo por el Padre con la misión especial de restaurar todas las cosas, empezando por nosotros, por el evento de la “encarnación-muerte-resurrección”.
En conclusión, a la luz de estos conceptos, quisiera sugerir algunas implicaciones que me parecen pertinentes a todos nosotros:
1. No podemos ver a la creación de Dios como algo malo, puesto que Dios ha creado todo muy bien. Nuestra relación con la naturaleza, por tanto, debe de ser una relación transformada y redentora, lo que afecta no solo nuestra vida interior, sino que también la dimensión ecológica de nuestras relaciones sociales;
2. La esfera del pecado que asoló la vida humana no ha sido lo suficientemente fuerte como que para impedirle a Dios de cumplir con sus intenciones salvadoras para los seres humanos. La creación y el ser humano que han sido dañados por el pecado se convierten por medio de Cristo y su obra en una nueva creación;
3. En ese sentido, lo “muy bueno” que Dios ha considerado tras terminar su obra creadora en Gn, según la interpretación de Pv 8.31 “me regocijaba en el mundo que él creó; ¡en el género humano me deleitaba!” se refiere a su amor por los seres humanos y su interés en salvarles. Eso indica que la nueva creación es más bien, o en primera instancia, una obra de redención de hombres y mujeres que de restauración del mundo físico;
4. La idea que nos queda de Ap 21, a la luz de lo que hemos compartido, es que todo el periodo entre la 1ª y la 2ª venidas de Cristo, el objetivo salvador de Dios es el de establecer entre nosotros una nueva creación que se manifiesta ahora por el perdón de los pecados por su gracia, por la llegada de un nuevo orden ético y relacional basado en las Escrituras y por la propagación de este evangelio entre todos los seres humanos, hasta que con la venida de Cristo este nuevo orden se establezca en definitivo;
5. Nuestra presencia y acción como cristianos en la sociedad debe pautarse por los diámetros de este nuevo orden, de la nueva creación ya actuante trasformadoramente en nuestras vidas, familias, iglesia, trabajo, etc.
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