Las palabras de Juan 3.31-36 buscan, entre otras cosas, describir el carácter de la misión que Jesucristo vino a realizar en este mundo. Fueron dichas en el contexto de la visita de Nicodemo a Jesús en búsqueda de respuestas para su nuevo nacimiento y de la respuesta que le da Jesús de que todo el que cree no perece sino que tiene la vida eterna. Fueron dichas también en el contexto del testimonio de Juan el Bautista que afirmara que a Cristo le toca crecer y a él menguar. Por fin, fueron dichas en preparación para el encuentro entre Cristo, la samaritana y los demás vecinos de Sicar. Todo el ambiente alrededor del texto es un ambiente donde Cristo se presenta como el misionero de Dios que trae a los seres humanos las buenas nuevas de la salvación. Por eso, las palabras del texto apuntan para el perfil y el carácter de la misión de Cristo.
La misión de Cristo ha sido planeada eternamente por el Padre y nos sirve de parámetro para nuestra misión que, como iglesia, la recibimos de Cristo. Veamos algunos elementos de la misión de Cristo y sus implicaciones para nosotros:
1. Celestial en contraste con el terrenal (31)
La misión de Cristo se caracteriza no solo por ser celestial, sino que por ser celestial en contraste con el terrenal. Ese contraste lo vemos muy fuerte en el v.31. Todo el contexto del capítulo 3 nos revela que el que viene de las alturas es Jesucristo. De hecho, hay un tremendo contraste entre nosotros los seres humanos que somos terrenales y el Jesús celestial que viene de las alturas.
En una traducción un poco más literal tendríamos: “el que de las alturas viene, está por encima de todos. Aquel que en esencia se origina de la tierra, es originario de la tierra y habla de su origen terrena; aquel que se origina y viene del cielo está por encima de todos”. Eso nos muestra que el carácter de la misión de Cristo es celestial en contraste con el terreno.
Entendemos que el v.31 habla de la misión de Cristo porque menciona por 2 veces que él viene de las alturas y se encuentra entre los seres humanos. Eso indica que ha sido enviado por el Padre para quedarse con nosotros. Por eso, una vez que viene del cielo o enviado por el Padre y que está por encima de todos nosotros, no tenemos más que considerar su misión como siendo divina en contraste con lo humano. Vino del cielo enviado por el Padre, por eso su misión es divina.
Nosotros, de nuestra parte, por tener una naturaleza terrena y humana, solo podemos pensar y hablar dentro de las categorías humanas. Pero Jesús siendo Dios nos puede auxiliar de manera eficaz y suficiente. Y ha sido exactamente por eso que le ha enviado el padre con la misión de rescatarnos de nuestros pecados. Su misión celestial es, por tanto, una misión redentora en pro de personas terrenas y humanas que no pueden, de ninguna manera, generar su propia salvación eterna.
Por eso, la misión redentora de Cristo está por encima de todos nosotros y sirve de directriz eficaz para el ejercicio de nuestra propia misión como iglesia. La misión de la iglesia, por tanto, solo cobra su verdadero sentido cuando sigue los pasos de Cristo.
2. Testifica la palabra de Dios (32)
Además de celestial en contraste con el terrenal, la misión de Jesús se caracteriza por ser el perfecto testimonio de la palabra de Dios. Cristo testifica a los seres humanos lo que ha oído de Dios. Nosotros solo hablamos de cosas que son parte de nuestra esencia humana, pero Jesucristo nos habla de las cosas de Dios, trae consigo la palabra dedos y así nos revela las intenciones y la voluntad de Dios.
El v.32 dice: “y da testimonio de lo que ha visto y oído”. En el v.34: “el enviado de Dios comunica el mensaje divino”. Hay cosas importantes aquí que nos ayudan a ver mejor su misión de testificar la palabra de Dios. Los verbos “ver” y “oír” están en un tiempo griego que indica que las cosas que Jesús ha visto y oído, de las que testifica, lo sigue viendo y oyendo permanentemente. La idea es que Jesús ha visto y oído la palabra de Dios y la sigue viendo y oyendo permanentemente, tomando su ser por completo. Eso es lo que vemos confirmado en Jn 1.1: “En principio ya existía la palabra, y la palabra estaba con Dios, y la palabra era Dios”. ¡Jesús es la propia palabra de Dios!
La verdad es que no podemos decir que Cristo simplemente testifica de una palabra ajena a sí mismo, sino que habla de lo que es en esencia como Dios, lo que hace su testimonio plenamente aceptable. El v.34 afirma que el habla de Jesús no es una declaración hecha por Dios a otras personas en otro tiempo, sino que lo que nos dice Dios a nosotros en este preciso momento. La misión del Dios enviado se caracteriza por revelarnos la palabra y la voluntad de Dios a cada momento de nuestras vidas y de nuestra propia misión.
En Hb 1.2 vemos que tras hablar Dios a nuestros padres muchas veces y de distintas maneras, en estos últimos días nos hablo por el Hijo. Parte significativa de la misión de Cristo consiste en testificar, revelar y declarar la palabra de Dios. Sabemos que el testimonio de Cristo lo tenemos por completo en forma escrita: la Biblia Sagrada. Por eso, entendemos y creemos que la Biblia es la palabra de Dios, única y suficiente para revelarnos la persona y la obra de Dios.
3. Recibir de Dios con plenitud (34-35)
Una misión celestial en contraste con el terreno, una misión de testificar la palabra de Dios y ahora la vemos como una misión en que Cristo recibe del Padre con plenitud: “pues Dios mismo le da su Espíritu sin restricciones. El Padre ama el Hijo y ha puesto todo en sus manos”.
La parte final del v.34 (Dios mismo le da su Espíritu sin restricciones) se interpreta frecuentemente de forma equivocada para justificarse que si alguien no vive el cristianismo de la misma forma como lo vivo yo es porque no ha recibido todavía la plenitud del Espíritu. Sin embargo, el verso declara que solo el que viene del alto enviado por el Padre declarando de forma suficiente e eficaz su mensaje es el único que recibe sin restricciones al Espíritu Santo. Por eso Cristo pudo realizar plena y eficazmente su misión redentora, porque del Padre había recibido el Espíritu Santo de forma ilimitada y en su perfecta plenitud.
En verdad, esta expresión del v.34 indica un aspecto más de la misión de Cristo: al realizar su misión la hizo completamente bajo el poder y la guía del Espíritu. A actuación del ES hizo con que la misión de Cristo fuera perfecta y definitivamente realizada a favor de los seres humanos. En ese sentido Cristo ha recibido el Espíritu sin restricciones.
Por otro lado, en el v.35, vemos ampliada la actitud del Padre de caracterizar la misión de Cristo con la dadiva plena del ES: “El Padre ama el Hijo y ha puesto todo en sus manos”. No ha sido solo el ES que lo ha recibido Jesús con plenitud, todas las demás cosas que hay en el universo también le han sido concedidas. Jesucristo recibió del Padre la completa autoridad sobre todo lo que hay. Todo está en sus manos, bajo su cuidado y dominio. La misión de Cristo, por tanto, se caracteriza por haber recibido el ES y el dominio universal en plenitud. Ha recibido el Reino de Dios, él es Rey y reina soberanamente. Y la principal razón para que Dios le conceda el Espíritu y el reinado soberano es su amor por el Hijo. El amor de Dios es, entonces, la marca de la misión redentora de Cristo.
4. Determinar la vida humana (36)
La misión de Cristo es divina en contraste con lo humano, testifica de la palabra de Dios, recibe la plenitud del Padre y, por fin, determina la vida humana por la eficacia de su redención.
En el v.32 vemos que nadie acepta el testimonio de Cristo, puesto que habla de las cosas de Dios y nosotros de las cosas terrenales. Así estamos inhabilitados para comprender y aceptar su testimonio. Ningún ser humano, sea quien fuere, tiene en sí mismo condiciones naturales para entender y aceptar lo que Cristo nos tiene que decir y proponer. Ni la humildad, o la bondad, o la buena voluntad, o la inteligencia o la religiosidad son suficientes para entender y aceptar a Cristo.
Pero el v.33 abre una puerta para la aceptación del mensaje divino. “El que lo recibe” es una puerta abierta para la posibilidad de aceptación. Sabemos, sin embargo, que se trata de una posibilidad extra-humana, o sea, una posibilidad creada y mantenida por Dios. Así, llegamos al v.36 y eso se torna más claro: “el que cree en el Hijo tiene la vida eterna”. Aceptar la obra de Cristo es algo vinculado a la fe que recibimos del propio Cristo en base a su obra redentora. Es lo que llamamos “gracia”.
El texto nos presenta 2 consecuencias para los que somos alcanzados por la gracia redentora de la misión de Cristo. El que la recibe y acepta “certifica que Dios es veraz” (v.33), hace una solemne declaración de que Dios es verdadero, lo que significa que estos se convierten también en testigos de Dios y de Cristo, proclamando su veracidad y su salvación eficaz. Son personas que asumen el compromiso de proclamar la misión y la persona de Cristo.
La otra consecuencia de creer en Cristo es que “tiene la vida eterna” (v.36). Una consecuencia que tiene su inicio en el momento presente y se proyecta hacia el futuro y la eternidad. La vida eterna ya la disfrutamos desde aquí y desde ahora.
Pero, por otro lado, nos choca el v.36 cuando dice: “el que rechaza al Hijo no sabrá lo que es la vida, sino que permanecerá bajo el castigo de Dios”. Aunque desagradable, la afirmación hace sentido porque si el que cree tiene la vida, el que no cree no la tiene, sino que hereda la muerte. Jesús define la falta de vida o la muerte eterna diciendo que permanecen bajo el castigo o la ira de Dios (Rm 1.18: “la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los seres humanos”).
Pero sea la vida eterna o la muerte eterna, la misión redentora de Cristo es el justo criterio de Dios para determinar la vida humana. Sin embargo, la oferta permanente de Jesucristo no es de muerte y sin de una abundante vida desde ahora hacia la eternidad.
Como personas y como iglesia tenemos ante nosotros una importante misión: la de concienciar a los demás seres humanos de la clara redención que compone la misión de Jesucristo. Se queremos cumplir con nuestra misión, hay que encontrar en la vida y misión de Jesucristo los referentes para nosotros. Nuestra misión se deriva, está condicionada y guiada por la propia vida y misión de Cristo y por los intereses redentores de Dios para la humanidad. ¡Que Dios nos ayude a diario en nuestro camino junto a Cristo!
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