miércoles, 19 de mayo de 2010

Servir al Verdadero Dios

Servir al verdadero Dios es uno de los tonos más claros que encontramos en la vida de Josué, sucesor de Moisés (Josué 24.14-25). La generación de los que nacieron en el desierto, hijos de los que salieron de Egipto bajos los grandes milagros hechos por Dios, se estaba pasando. Probablemente algunos de niños han podido presenciar los milagros de Dios en la vida de sus padres. Llegaron adultos en Canaán tras la muerte de sus padres y de su gran líder Moisés, pero tenían una gran batalla por delante: conquistar la tierra que Dios les había prometido.
Cuando llegaban ya al final de sus propias vidas habiendo conquistado ya una buena parte de la tierra, su líder Josué le dirige un discurso convocándoles a que consagraran una vez más sus vidas al servicio del verdadero Dios. Ese ha sido el último discurso de Josué y ha puesto su énfasis en el servicio que cada uno debe prestar al Señor. Incluso la palabra “servicio” o “servir” ocurre 14 veces en este texto con un fuerte sentido de adoración y consagración a la obra de Dios.
Basándonos en el discurso y experiencia de Josué encontramos algunos elementos que nos inspiran a que nosotros también nos consagremos al servicio al verdadero Dios:

1. Conocer la historia de la salvación: la decisión del pueblo de servir a Dios con las palabras “por esa razón, nosotros también serviremos al Señor, porque él es nuestro Dios” (24.18) se basa en la historia de la acción graciosa de Dios. No querían servir a Dios solo porque han recibido alguna bendición reciente, sino porque Dios actúa con su gracia y salvación en toda la historia del ser humano. En los versos 16-17, cuando el pueblo levanta su voz en respuesta a Josué, vemos como se acuerdan de la acción de Dios en su historia: Dios sacó de la servidumbre en Egipto a sus antepasados, les protegió durante los 40 años que estuvieron en el desierto y por su paso entre tantas naciones y les ha dado grandes victorias en la conquista de la tierra.
“Por esa razón, serviremos al Señor” Con certeza los recuerdos de las acciones de Dios en los versos 17-18 tenían su razón de ser, puesto que hay un importante vínculo entre la historia de las acciones de Dios y nuestra consagración al servicio cristiano: solo servimos a Dios plenamente cuando conocemos y participamos en la historia de salvación que escribe Dios entre la humanidad.
Momentos antes de su discurso hizo Josué una descripción más amplia de las acciones salvadoras de Dios en la historia de su pueblo con especial énfasis en la liberación proporcionada por Dios en aquel momento y contexto específicos. Por eso, entendemos que las acciones de Dios en la historia no tiene solo un propósito temporario, localizado y restricto a determinadas circunstancias. En realidad al unir cada acción de Dios a lo largo de la historia, hasta llegar a nosotros mismos y siguiendo más adelante, leemos una historia mucho más amplia en la que vemos el propósito salvador, eterno e inmutable de Dios siendo trazado a lo largo de toda la historia. Es a lo que llamamos de “historia de la salvación”.
Para servir adecuadamente al verdadero Dios es imprescindible conocer e involucrarnos profundamente con esa historia de la salvación que tiene su punto auge en Jesucristo. Para tanto, tenemos a las Escrituras Sagradas que además de registrar los eventos de esa historia de la salvación, nos guía con precisión en la comprensión de la voluntad de Dios para nosotros hoy. Conocer la Biblia, por tanto, es conocer y vivir la historia salvadora de Dios que nos lleva a servirle de todo corazón.

2. Tomar una decisión consciente: para servir al verdadero Dios es preciso, también, decidir conscientemente como lo leemos en los versos 14-15. Josué tomó la decisión de servir a Dios independiente de lo que decidiría el pueblo. Él y su familia decidieron servir al Señor, aunque ya lo estuviesen haciendo desde toda sus vidas. Así que servir a Dios no es una opción entre muchas otras. Se trata de una decisión muy seria que conlleva los costes de invertir toda nuestra vida en el Reino de Dios. Debe de ser una decisión consciente porque estaremos involucra a toda nuestra vida en todas sus dimensiones.
La forma como Josué se decide por el servicio a Dios no nos deja muchas opciones: si vamos por ese camino serviremos al verdadero Dios, si vamos por el otro serviremos a falsos ídolos. O servimos verdaderamente al Dios verdadero o servimos verdaderamente a falsos ídolos. A alguien siempre servimos… por eso es importante que tomemos en serio la decisión de servir a Dios.
¿A quién servimos verdaderamente? Ante esa pregunta y ante la fuerza de las palabras del texto hay que decidir por servir a Dios conscientes de que eso nos conduce a dedicar por completo nuestra vida a él y a su obra, ciertos de que su voluntad siempre es completa y la mejor para nosotros. Tomar una decisión como esa también nos lleva a mantener firmes compromisos con Dios, compromisos que los expresamos al nutrir una sana y creciente espiritualidad y una participación vocacional y misional en la vida de la iglesia.

3. Vivir vida purificada: el servicio al verdadero Dios exige de nosotros una vida pura y santa (24.19-21). Josué les presenta esa realidad: nunca podrán servir a Dios verdaderamente estando sus vidas manchadas por el pecado, no se puede servir a Dios manteniendo sus corazones duros y comprometidos con el pecado. La santidad de Dios no combina en nada con nuestro pecado, orgullo y soberbia. La santidad de Dios exige que el pecado sea confesado y apartado de nuestras vidas.
Para Josué, en el verso 20, abandonar a Dios y servir a dioses ajenos (sean dioses de las religiones, de la economía, de la estética u otros…) es el pecado de que trataba con su pueblo. O sea, no se refería a cosas malas que decimos o hacemos, sino que ante todo, el pecado se definía por el alejamiento de Dios. Las consecuencias para ese pecado, según el verso 20, serán funestas: Dios se volverá en contra del pueblo y lo consumirá a pesar de haber sido bueno a lo largo de su historia. Son palabras duras, pero nosotros, al igual que el pueblo de Josué, también recibimos la gracia de Dios y su salvación junto con muchas otras bendiciones, sabemos que hemos sido elegidos, salvados y santificados por Dios, pero constantemente encontramos otros intereses que nos atraen y dejamos de servirle con nuestro corazón puro. De esa forma nos apartamos del Dios que nos salvó y eso es pecado. Por esa razón, para servir a Dios necesitamos de una vida purificada, en la que confesamos a diario nuestro pecado a Dios para seguir sirviéndole de forma adecuada, limpia y santa.

4. Abandonar a los ídolos personales: si vamos a servir al verdadero Dios es preciso abandonar a nuestros ídolos personales (24.22-25). El texto es claro: “deshaceos de los dioses ajenos que todavía conserváis. ¡Volveos de todo corazón al Señor!” Aunque no tengamos objetos religiosos sagrados que adorar, es posible que mantengamos, adoremos y sirvamos a ídolos personales. Todo o todos que en nuestra vida ocupe la primacía se torna en un ídolo personal, puesto que lo colocamos sutilmente y de forma muy justificable en el centro de nuestra vida, lugar que solo puede pertenecer a Dios.
Sean ídolos religiosos tradicionales a los que veneramos, sean el dios-consumo que compromete a nuestra ética, o el dios-estética que exige nuestra pasión, o el dios-yo que me aleja de todos los demás. Cualquieras que sean nuestros ídolos personales, en cualquieras de las manifestaciones que asumen en nuestros días, nos pone en contra del verdadero Dios. Luchar contra los ídolos personales y abandonarlos es una permanente tarea de todos los que se dedican a servir de corazón al verdadero Dios, puestos que los ídolos se multiplican en nuestros días y asumen formas, caras y propuestas que nos atraen con fuerza. Esta es una batalla ya vencida por Cristo en nuestro lugar, pero la seguiremos luchando mientras aquí estemos, puesto que toda forma de idolatría contamina nuestros conceptos acerca de Dios y de su obra y nos impiden de seguir nuestro camino de servicio a Dios. Si queremos servir al verdadero Dios es preciso abandonar, día a día, a nuestros ídolos personales.

En conclusión solo me gustaría decir que, ante el texto de Josué y su invitación a que sirvamos de corazón al verdadero Dios, tenemos la oportunidad dada por Dios de empezar cada nuevo día en base a los sólidos fundamentos de la palabra y del servicio a Dios. Podemos construir nuestras vidas sirviendo a Dios bajo su gracia su asistencia. En ese sentido, debemos mirar hacia adelante, hacia el mundo y las personas que viven alejada de Dios e inmersas en sí mismas y en sus ídolos. Son personas que nos aguardan a que les llevemos el mensaje restaurador del evangelio. ¡Es preciso consagrarnos al servicio al verdadero Dios!

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