jueves, 13 de mayo de 2010

Seguimos Siendo La Descendencia de Abraham

Uno de los textos que más se utilizan cuando se habla de la misión en la iglesia es, sin duda, el de Gn 12.3: “¡Por medio de ti serán bendecidas todas las familias de la tierra!” De hecho, son palabras muy importantes, puesto que forman la esencia del llamado de Dios a Abraham, a Israel y, por extensión, a la Iglesia.
Es justo por eso que se hace necesario comprender de forma más amplia este texto, para que la iglesia perciba tanto la extensión del contexto en el que está inserido, como sus implicaciones para su vida y misión hoy. Por eso, nuestro propósito es mostrar que la promesa dada por Dios a Abraham en Gn 12.3 no ha sido un hecho aislado en la Biblia. Todo por lo contrario, además de ser una promesa que extiende sus raíces a otros textos de Génesis y del Nuevo Testamento, también debe ser cuidadosamente observado por nuestra iglesia en los días actuales.
Empezamos buscando entender un poco mejor el mensaje de Gn 12.3. Estas fueron palabras dichas por Dios como parte de la elección y de la vocación de Abraham y, consecuentemente, de Israel. La elección, vocación y alianza no pueden ser vistas como un fin en sí mismas. En ese sentido, Israel no se podría considerar libre de una responsabilidad última y principal con el universo de las naciones o con todos los demás seres humanos (Gn 1-11). La intención de Dios ha sido siempre, y lo sigue siendo hoy, la salvación del mundo y no solo de una única nación dentro de este mundo. Gn 12.3 le da a Abraham (Israel) un ministerio muy importante en la estrategia misionera de Dios en pro del ser humano, como lo podemos ver en el texto:
1. “Por medio de ti serán bendecidas…”: nos muestra con objetividad que Israel era parte del plan redentor de Dios. Israel en sí mismo no poseía poderes salvadores, era más bien el principal instrumento para que el Dios Salvador pudiera progresivamente revelar su redención. Sería el instrumento para que a todos los demás pueblos (seres humanos) les llegara el conocimiento de Dios;
2. “…todas las familias de la tierra”: La elección y la alianza con Abraham e Israel no indican que Dios se hubiera olvidado del restante del mundo. Al contrario de eso, desde su inicio y de su vocación más íntima, la elección y la alianza con Israel apuntan claramente a que el objetivo último de Dios seguía siendo la humanidad.
Pero esta no ha sido una promesa aislada, sino que tiene amplias raíces en Génesis y en el Nuevo Testamento. En Gn 18.18-19 se repite esta promesa cuando del anuncio a Abraham de la destrucción de Sodoma y Gomorra. Le hizo Dios este anuncio a Abraham debido a su promesa de que sería él de bendición a todas las familias de la tierra. La intercesión de Abraham en los versos 22-33 se dio debido a la promesa de Dios; o sea, interceder por la preservación de la vida de las personas de estos dos pueblos ha sido la manera como, en aquel contexto inicial, pudo Abraham ejercer su misión de ser canal de la bendición de Dios a todos los pueblos.
En Gn 26.4 la bendición y la promesa hecha por Dios a Abraham es, ahora, renovada con su hijo Isaac. El contenido de la promesa, sin embargo, sigue siendo el mismo: bendición a todas las naciones a través de la obediencia de Isaac. De igual forma, la base de la promesa tampoco ha sido modificada: sigue siendo la fe y la obediencia (26.5). La promesa ha sido renovada con Isaac en el momento en que se acerca a los filisteos y se va a vivir entre ellos. Así siendo, vemos que el cumplimiento inmediato de la promesa de bendición a todos los pueblos recae sobre los filisteos a causa de Isaac. Es interesante observar, incluso, que los filisteos reconocen ese hecho (26.28-29).
Siguiendo un poco más por Génesis llegamos a Gn 28.14 donde vemos que la promesa de bendición a todos los seres humanos ha sido renovada con Jacob (Israel). Ahora vemos que la bendición se extiende por todas las regiones del mundo (“de norte a sur y de oriente a occidente”), puesto que será esparcido por todo el mundo la descendencia de Abraham, o sea, los que verdaderamente creen en Jesucristo (Rm 4, Gl 3). Es importante mencionar que, además de la fe y de la obediencia (Abraham e Isaac) se acrecienta la “peregrinación” o el hecho de que se extenderían por todo el mundo como fundamento para que la bendición llegara, al fin, a todos los seres humanos. Eso significa que, además de la fe y la obediencia, es preciso que los descendientes de Abraham se extiendan entre todos los pueblos para que los seres humanos sean bendecidos. La experiencia de Isaac entre los filisteos y la de José en Egipto nos demuestran eso.
Retrocediendo un poco en el texto, encontramos a Gn 17.5-8 encontramos la renovación de la alianza de Dios con Abraham y la promesa de que sería “padre de una multitud de naciones”. Este texto ha sido interpretado por Pablo (Rm 4.17) como haciendo clara referencia a todos los que creen en Jesucristo. Además, la perpetuidad de la alianza de Dios (Gn 17.7) ha sido comprendida por María como cumpliéndose plenamente por medio del nacimiento de su hijo Jesús (Lc 1.54-55). Percibimos, todavía, que la promesa de Dios a Abraham y su descendencia de poseer la tierra de Canaán, ha sido mencionada por Esteban como siendo uno de los pasos históricos dados por Dios hacia la venida de Cristo como nuestro eterno Redentor (Hc 7.5).
Al llegar a Gn 22.17-18 vemos que la promesa de ser bendición a todas las familias le ha sido repetida a Abraham cuando Dios prueba a su fe ordenando el sacrificio de su hijo Isaac. El ejercicio de la fe y de la obediencia ha sido, entonces, el núcleo para que la bendición fuera mencionada. Es importante observar en este texto que, por primera vez, la bendición ultrapasa la persona de Abraham y, declaradamente, se extiende a su descendencia como siendo la que bendecirá a los pueblos de la tierra. Eso significa que las naciones serán bendecidas en la medida en que los descendientes de Abraham mantengan viva la misma fe y obediencia.
Esta es una perspectiva que se proyecta hacia el Nuevo Testamento. En Hc 3.25-26 Pedro nos muestra que el propio Israel, con quien Dios inicialmente estableció su alianza, ha sido el primer a ser bendecido por esta promesa al enviar Dios a su Hijo y al resucitarlo “para daros la bendición de que cada uno se convierta de sus maldades”.
Sin embargo, en el Nuevo Testamento la verdadera descendencia de Abraham, claramente, incluye a todos los que creen en Jesucristo. Un texto como el de Rm 4.11-12,17-18 no deja ninguna duda cuanto a eso al recordarnos la promesa de que Abraham sería padre de una multitud de naciones, habiendo Dios establecido con él y su descendencia una “alianza perpetua” (Gn 17.5-8).
El apóstol Pablo, por tanto, en este texto de Romanos, se refiere a los que creen en Cristo como siendo estos la verdadera descendencia de Abraham. Este concepto lo ha ampliado Pablo en Gl 3.6-14, donde leemos que la promesa de bendición a todos los seres humanos le ha sido dada a Abraham como parte del evangelio (3.8), siendo entonces los que creen en Cristo bendecidos con Abraham (3.9) que al igual que nosotros también ha creído en Dios (3.6), “para que por medio de Cristo Jesús la bendición prometida a Abraham llegara a las naciones” (3.14)
Como iglesia y pueblo de Dios en el mundo hoy, tenemos que mirar a la Biblia y a nosotros mismos y afirmar con convicción: “seguimos siendo la descendencia de Abraham”. De esta manera, una significativa e esencial parte de la elección, vocación y alianza recibidas de Dios se define de forma concreta en la vida de la iglesia por la misión de llevarles el mensaje de la redención en Cristo Jesús a todos los seres humanos de todas partes del mundo y de todos los extractos sociales y económicos.

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