jueves, 13 de enero de 2011

La Palabra de Dios

“Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender. Para corregir y para instruir en la justicia, a fin de que el siervo de Dios esté enteramente capacitado para toda buena obra”
2 Timoteo 3.16-17

No hay otro camino para que podamos conocer mejor las enseñanzas básicas del cristianismo que empezar por la fuente del conocimiento cristiano de Dios, que son las Sagradas Escrituras, o la Biblia. Pero si hacemos un rápido recogido por algunas de las tradiciones cristianas hoy pronto veremos que, además de la Biblia, siempre hay algo más que añadir a nuestra fuente de conocimiento sobre Dios.

Por ejemplo, entre las iglesias de tradición más pentecostal, además de la Biblia, hay también las revelaciones sobrenaturales que algunos profetas dicen recibir y a tales revelaciones se le conceden el nivel de palabra de Dios y no pueden ser contestadas. Otro ejemplo, en la iglesia católica se considera que tanto la luz de la naturaleza como la tradición de la iglesia están en el mismo nivel de la Biblia como palabra de Dios.

Nosotros mismos, cada uno de nosotros, por ejemplo, oficialmente no consideramos que haya otras formas de revelación que la Biblia, pero sin embargo, tenemos textos preferidos dentro de la Biblia como los salmos, o casi nunca leemos a los profetas menores o el apocalipsis… es como si tuviéramos una biblia dentro de la Biblia, ¿verdad?

Pero, si queremos comprender mejor a Dios el camino más seguro no es imaginarse uno quien sería Dios, ni como sería su persona, tampoco podemos definirle en base a nuestra propia experiencia, sea buena o mala. Para que podamos conocer a Dios y definir un poco mejor su persona, su obra y su voluntad, lo más importante es oír lo que él mismo tiene que decirnos acerca de su persona y de sus obras. En otras palabras, conocemos a Dios porque él se nos revela a nosotros de manera personal, porque él nos ha hablado y sigue hablándonos a diario.

Así siendo, consideramos que la Biblia es la fuente de la revelación de Dios, él se da a conocer a sí mismo y esta revelación la tenemos en forma escrita, que es la Biblia. El texto de 1 Pe 1.20-21, por ejemplo, nos ayuda a entender esta idea cuando dice que “ante todo, tened muy presente que ninguna profecía de las Escrituras surge de la interpretación particular de nadie. Porque la profecía no ha tenido su origen en la voluntad humana, sino que los profetas hablaron de parte de Dios, impulsados por el Espíritu Santo”. A este concepto se conoce desde los días de la Reforma por “Sola Scriptura”.

Eso nos lleva a pensar que si queremos conocer a Dios, no hay otro camino que leer, meditar y comprender el texto bíblico. Tenemos un bonito resumen de este concepto que os trato de presentar:

“Afirmamos la divina inspiración, fidelidad y autoridad de las Sagradas Escrituras del Antiguo y del Nuevo Testamento, sin error en todo lo que aseveran, y que son la única norma infalible de fe y conducta. Afirmamos también el poder de la Palabra de Dios para cumplir Su propósito de salvación. El mensaje de la Biblia se dirige a toda la humanidad, puesto que la revelación de Dios en Cristo y en las Escrituras es inalterable. Por medio de ella el espíritu Santo sigue hablando hoy. Él ilumina la mente del pueblo de Dios en cada cultura, para percibir la verdad nuevamente con sus propios ojos, y así muestra a toda la iglesia más de la multiforme sabiduría de Dios” (Pacto de Lausana).

Posiblemente para muchos de nosotros hablar sobre la Biblia es hablar sobre la infinidad de posibles interpretaciones que se puedan dar a un pasaje o a otro, o sería hablar de un sinfín controversias filosóficas e históricas. Sin embargo, el mensaje de la Biblia se dirige a toda la humanidad y cumple con el propósito de presentar al ser humano el proyecto de vida de Dios, o sea, su plan redentor. Estamos hablando, más bien, de un texto útil para enseñarnos, para instruirnos, para corregir nuestros pasos, llevándonos al arrepentimiento y a la fe.

Eso significa que la Biblia, siendo la palabra de Dios en la que él nos revela mucho de su persona y de su gracia, tiene como objetivo capacitarnos para toda buena obra. Eso es importante porque implica en que pasamos por progresivos cambios cuando nos acercamos a Dios y a su palabra: nuestra comprensión de nosotros mismos, de Dios y de la vida poco a poco se va transformando y, de esa manera, nuestra conducta y decisiones también se van cambiando hacia toda buena obra.

Esa transformación, en verdad, nos ocurre porque cuando nos acercamos a la palabra de Dios, la Biblia, y empezamos a conocer la persona y los propósitos de Dios para nosotros y para todos los seres humanos, pasamos a considerarnos a nosotros mismos, puesto que el ser humano no puede percibir su verdadero estado de vida si no se ve por el prisma de Dios. Eso quiere decir que conociendo a Dios pasamos a conocernos mejor, puesto que la razón humana por si sola es impotente para darnos un conocimiento verdadero acerca de nosotros mismos. Conociendo a Dios nos conocemos a nosotros mismos y eso se trata de un conocimiento transformador de la persona humana.

Pero conocer a Dios no es solo saber que hay un Dios, sino más bien que Dios se da a conocer por medio de su palabra para mantener comunión con nosotros, para compartir su vida y su gracia con nosotros. Dijo Jesús que debemos estudiar con diligencia las Escrituras porque en ellas encontramos las palabras que nos guían a la vida eterna (Jn 5.39). La salvación o la vida eterna la podemos vivir desde ahora porque en su palabra Dios nos ha enseñado claramente Cristo es el camino que nos lleva hasta él y hasta la vida eterna. Eso lo sabemos y lo podemos vivir y disfrutar desde ahora porque es una de las verdades claramente reveladas por Dios en la Biblia.

Por eso, siendo la Biblia la palabra inspirada por Dios y útil para llevarnos a conocerle a él, a nosotros mismos y a Cristo como el camino seguro para la salvación humana, consideramos entonces que la Biblia tiene autoridad sobre nosotros. Por eso la leemos, la interpretamos y buscamos vivir a diario bajo su guía e influencia como personas, familias e iglesia. En este sentido, nuestra vida se va edificando sobre los fundamentos de la palabra de Dios, siendo Cristo mismo la piedra angular de nuestra vida, una vida que como un edificio bien armado, se va levantando día a día, decisión tras decisión como un templo santo donde Dios hace su morada.

Lo que le da autoridad a la Biblia es el hecho de que Dios es su autor. Aunque haya sido escrita por las manos de unos 40 autores humanos distintos y a lo largo de aproximadamente 1.600 años, el hecho de que recibieron la inspiración divina le da al texto una unidad interna completa de sentido y de propósito. Por eso nos acercamos a la Biblia, reconociendo la inspiración de Dios como una de las huella de su autoría divina y de su autoridad sobre nosotros, buscando su sentido más profundo y su propósito redentor para el ser humano.

Y una vez que las Escrituras son inspiradas por Dios, su supremo autor, y consecuente autoridad para nuestras vidas, entendemos también que son el ámbito del Espíritu Santo. Eso quiere decir que el Espíritu Santo nos ilumina en nuestra lectura y comprensión de la Biblia, además de ayudarnos, día tras día, a vencer todos los obstáculos para que podamos efectivamente vivir la vida común dentro de los principios y parámetros de la palabra de Dios. Lo que quiero decir cuando digo que contamos con la iluminación e instrucción dada por el Espíritu Santo al leer la Biblia es que el Espíritu Santo está de tal manera ligado a la verdad y a los propósitos impresos en las Escrituras que él nos guía a descubrir las potencias de la palabra de Dios para la vida humana.

Posiblemente muchos dirán que si nos aferramos solo a la Biblia nos estaremos atando a una letra muerta, y eso es verdad cuando la leemos sin la gracia de Dios y sin buscar la ayuda y la inspiración del Espíritu Santo, sonará en nuestros oídos sin tocar el corazón. Pero la obra de Espíritu Santo es sellar el sentido de la palabra de Dios en nuestros corazones y comunicarnos Cristo y su camino de vida eterna. El Espíritu Santo la convierte en palabras de vida que transforman la vida de uno.

Ante todo lo que hemos visto, todavía tenemos que preguntarnos por el propósito de la Biblia: “a fin de que el siervo de Dios esté enteramente capacitado para toda buena obra”. Ya hemos comentado que las buenas obras nada más son que una forma de decir que al vivir bajo la guía de los principios de la palabra de Dios tenemos toda nuestra vida cambiada, desde nuestros conceptos y cosmovisión, hasta nuestras decisiones y conducta. Pero ¿a quien se refiere el apóstol cuando dice que está capacitado para buenas obras? La respuesta salta del texto: al siervo de Dios.

El propósito de la Biblia, por tanto, es que los que se dedican a buscar sus enseñanzas, con la iluminación del Espíritu Santo, serán alcanzados por la gracia de Cristo y por la vida eterna, pasando a confiar enteramente sus vida a Dios, convirtiéndose, así, en personas normales y corrientes pero que se consagran a servir a Dios. El conocimiento de Dios y de su palabra no consiste en una fría especulación religiosa o filosófica, sino que nos conduce a confiar y a servir a Dios en base a los fundamentos de una nueva relación establecida entre Dios y nosotros.

Servir a Dios como el resultado de nuestro acercamiento a su palabra no significa que vamos a convertirnos en personas distanciadas de la vida normal de los seres humanos. Al contrario de eso, servir a Dios significa que vamos a vivir cada día dentro de los preceptos de su palabra, significa que vamos a ejercer nuestras capacidades humanas y vamos a trabajar cada día y a vivir la vida en familia y en sociedad dentro de la esfera de la vida eterna ofrecida por la gracia de Cristo.

Cuando miramos alrededor vemos que vivimos días de profunda crisis personal en cuanto a la palabra de Dios. Días en que muchísimas personas no reconocen su necesidad de buscar y de conocer más profundamente a Dios y, por tanto, se alejan de su palabra. Eso nos preocupa por un lado, pero por otro nos desafía a que, empezando por nosotros mismos, se dé inicio a una profunda revolución o transformación en la vida humana.

La Biblia, como palabra revelada por Dios y autoritativa sobre nuestras vidas, es un elemento fundamental en nuestra búsqueda por conocer más profundamente a Dios y a nosotros mismos. Nos sentimos desafiados a leer y comprender el mensaje de vida que Dios nos ha revelado en su santa palabra. Nos sentimos motivados a leer y estudiar el texto bíblico a diario como parte de nuestro propio alimento. Nos sentimos alegres y gratos por poder abrir las páginas de este maravilloso libro y llenar nuestros corazones con sus palabras.

¡Que Dios nos bendiga a todos en nuestro camino junto a Dios y a la Biblia!

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