¿Quiénes somos? Es una pregunta que acompaña al ser humano a lo largo toda su historia. Como iglesia también es importante saber quiénes somos, es parte integrante de la espiritualidad cristiana el conocer nuestra identidad. Esa búsqueda por la identidad cristiana es muy importante en este momento en que la sociedad ya ha asumido el secularismo como forma de vida. Pero para que podamos definir mejor quiénes somos, es necesario volver a la fuente: las Escrituras Sagradas.
El texto de 2 Co 5.18-21 sigue a la afirmación de Pablo de que el poder eficaz de la reconciliación de Cristo con nosotros nos torna en su nueva creación, lo que hace que “lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo” (5.17). Así, el verso 18 empieza afirmando que “todo esto proviene de Dios”, o sea, que toda la historia de los hechos redentores de Dios tiene su origen en el propio Dios. ¡Dios es quien promueve la salvación! Pero Pablo reconoce que además de saber que Dios es la fuente inagotable de salvación, necesitamos saber en lo que nos tornamos cuando pasamos a disfrutar de la redención divina. En otras palabras, si hemos sido salvados por Cristo y vivimos como comunidad de fe, es fundamental conocer de forma clara nuestra nueva identidad y las implicaciones que conlleva. Cuanto a eso encontramos en el texto mencionado (2 Co 5.18-21) algunos elementos que nos ayudarán a definir mejor quiénes somos como iglesia.
1. Nuestra Naturaleza: para Pablo en el texto la naturaleza de la iglesia está vinculada con la acción de Dios en nuestro favor por medio de Jesucristo. Ser nueva creación (5.17) significa que hemos sido incorporados al Reino de Dios a través de la encarnación-muerte-resurrección de Cristo, lo que cambia por completo nuestro status ante Dios que nos pasa a ver como parte de su recreación de todas las cosas. A ese proceso de Cristo nos incorporar al Reino de Dios, Pablo lo llama de “reconciliación” (5.18), lo que significa que asumimos una nueva posición e identidad ante Dios, en la que Cristo pone un punto final en la antigua enemistad entre nosotros y Dios (pecado).
El verso 19 es más claro al decir que “por medio de Cristo, Dios estaba reconciliando al mundo consigo mismo no tomándole en cuenta sus pecados.” Eso indica que estar incorporados a Cristo y a la salvación por la gracia de Dios es parte fundamental de nuestra naturaleza como iglesia; así, podemos nos definir como un pueblo que vive la reconciliación y el perdón dados por Dios. Obviamente, eso afecta toda la estructura de la vida, llevándonos a asumir una nueva posición ante Dios y ante la sociedad, como lo resume Pablo con la expresión “para que en él nos tornáramos justicia de Dios” (5.21), indicando que nuestro pecado ha sido cancelado por la obra de Cristo y que la justicia producida por Cristo se ha proyectado sobre nosotros.
2. Nuestra Función: quiénes somos tiene tanto que ver con la nueva naturaleza recibida de Dios como con la función que de ella nos viene. Si hemos sido reconciliados con Dios por Cristo, consecuentemente tenemos una función reconciliatoria en el mundo. Eso es exactamente lo que dice el texto: “nos reconcilió consigo mismo y nos dio el ministerio de la reconciliación” (5.18). Ya no podemos vivir solo para disfrutar de los privilegios de la reconciliación, sino que también para ser vehículos de esta misma reconciliación para otras personas. Como creyentes y como iglesias no fuimos reconciliados y llamados solamente para disfrutar de la vida, sino que para promoverla en el mundo.
Esta idea se amplía en 5.19 cuando leemos “encargándonos a nosotros el mensaje de la reconciliación”. La función que recibimos de Dios, en consecuencia de la naturaleza recibida, es la de proclamar el mensaje de la reconciliación por todas las formas posibles. Otra forma de expresar Pablo nuestra función está en 5.20: “somos embajadores de Cristo, como si Dios os exhortara a vosotros por medio de nosotros”. Nuestra función es la de representar a los intereses salvadores y al proyecto de vida de Dios en el mundo. En ese sentido, el apóstol nos ve como colaboradores de Dios (6.1), puesto que participamos directamente de su proyecto redentor cuando lo proclamamos por medio de actitudes y palabras que demuestren el amor y la gracia restauradora de Dios.
En consecuencia de nuestra nueva naturaleza recibida de Dios, tenemos una clara función como iglesia. Por eso no nos podemos distraer con nosotros mismos, ni más vivir como si fuéramos el centro del universo. Es preciso mirar hacia fuera, hacia donde están las personas, hacia la deterioración de la sociedad humana alejada de Dios por su pecado. Existimos por fuerza de la reconciliación de Cristo y para promover esta misma gracia, paz y vida al mundo. En ese sentido, somos claramente definidos por la misión. Estamos direccionados al mundo y solamente servimos a Dios cuando servimos a las demás personas (humanidad) como proclamadores de la reconciliación completa que Cristo nos ofrece por su gracia.
¿Quiénes somos como iglesia y creyentes? Aquí solo hemos mencionado dos elementos que componen nuestra identidad ante Dios entre los varios que hay, pero esperamos que nos sirvan como punto de partida en nuestra reflexión acerca de la identidad de la iglesia y la nuestra como creyentes en el mundo actual.
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