Muchas personas son convertidas a una nueva relación con Dios por medio de la lectura de la Biblia. Es lo que le pasó al reformador Martín Lutero cuando pudo comprender el sentido “el justo vivirá por la fe” en Rm 1.16-17. Otro ejemplo muy conocido es el de San Agustín que, al leer Rm 13.11-14, ha sido alcanzado por la gracia de Dios y comprende que su vida disoluta se podría transformar en una vida digna, santa y dedicada al servicio cristiano. Ha sido la santidad del servicio cristiano en su vida asociada a la profundidad de su teología lo que formaron la base para el pensamiento del reformador Juan Calvino.
El texto que ha transformado la vida de Agustín (Rm 13.11-14) es el que nos interesa en este momento. Es parte de una larga sesión de la carta a los Romanos (capítulos 12-15) en que Pablo se dedica a tratar de variadas dimensiones del servicio cristiano. El texto viene como conclusión de los versos 8-9 que nos presentan la práctica del amor al prójimo como el resultado de todos los mandamientos dados por Dios. En ese sentido, solo podemos amar al prójimo se lo servimos con santidad y pureza, puesto que solo sirviendo al prójimo expresamos nuestro servicio a Dios. Ante eso, encontramos en el texto bíblico unos elementos imprescindibles para la santidad del servicio cristiano:
1. La proximidad de la glorificación: “haced todo esto estando conscientes del tiempo en que vivimos. Ya es hora de que despertéis del sueño, pues nuestra salvación está ahora más cerca que cuando inicialmente creímos” (13.11). El servicio cristiano solo se podrá considerar santo cuando lo hacemos comprendiendo claramente que, día a día, se acerca el tiempo de la glorificación final de nuestras vidas. La glorificación será el estado final de nuestras vidas cuando Jesucristo vuelva para instituir el Juicio Final y el destino eterno de todos los seres humanos (creyentes y no creyentes). Con estas palabras del apóstol procuran calificar el servicio amoroso que prestamos al mundo; o sea, si realizamos el servicio cristiano sin la permanente expectativa del retorno de Cristo y de la glorificación eterna, nuestro trabajo y misión estarán destituidos de un significado mayor, quedándose reducido a aplacar los clamores de nuestra consciencia moral y social.
Por tanto, es importante comprender que nuestra vida, como cristianos, camina hacia la glorificación eterna y que cada día nos acercamos más a ese momento. Tener esa consciencia y actuar en consecuencia de ello califica nuestra misión y servicio con la verdadera santidad. Es la viva esperanza en el futuro de Dios lo que torna santo el servicio amoroso que prestamos hoy a los demás. Esta realidad debe motivarnos más y despertarnos del sueño en el que muchas veces vivimos en relación a Dios (Ef5.14).
2. El proceder digno: “la noche está muy avanzada y ya se acerca el día. Por eso, dejemos a un lado las obras de la oscuridad y pongámonos la armadura de la luz. Vivamos decentemente, como a la luz del día, no en orgías y borracheras, ni en inmoralidad sexual y libertinaje, ni en disensiones y envidias” (13.12-13). El contraste entre la noche y el día, entre las obras de la oscuridad y la armadura de la luz es, de hecho, muy poético y nos lleva a pensar en que hay que dejar las obras que provienen de nuestro propio pecado humano y tomar en las manos el servicio comprometido con los valores del Reino de Dios, puesto que la noche ya se acaba y el día claro se acerca muy rápidamente. Por tanto, en el servicio a Dios se exige de todos nosotros un proceder digno del evangelio y comprometido con Jesucristo. Se trata de una conducta que nos aleje de toda clase de comportamiento que deshonra el evangelio, tales como los mencionados por el texto.
Si ponemos un poco de atención a las palabras usadas por Pablo para referirse al comportamiento indigno, vemos que el apóstol no se corta al usar términos fuertes para referirse al comportamiento inicuo e indigno de muchos cristianos de sus días que preferían unirse al pecado a comprometerse con la santidad de Dios, aun que aparentemente mantuviesen una supuesta vida santa. Moralidad, honestidad, pureza, honor y ética no pueden ser considerados valores ultrapasados y viejos; antes, son principios del Reino de Dios que expresan a diario la santidad en nuestras vidas y servicio.
3. Revestimiento espiritual: “más bien, revestíos del Señor Jesucristo, y no os preocupéis por satisfacer los deseos de la naturaleza pecaminosa” (13.14). El revestimiento espiritual se trata de una postura que asumimos contraria a los pecados mencionados anteriormente. Nada más que vivir en pureza moral, sin disensiones ni envidias. Abandonar una vida comprometida con el pecado es uno de los elementos más significativos para que podamos servir en santidad como cristianos.
Así que a medida en que nos vaciamos de las obras de la oscuridad nos llenamos con la armadura de la luz. Dejamos de producir tinieblas en nuestras vidas y en las de los que conviven con nosotros y pasamos a reflejar la luz de Cristo que produce vida a todos nosotros. Por eso, revestirnos de todo lo que es y representa el Señor Jesucristo, como dice el texto, es el camino de una vida santa que sirve a Dios y a los demás con santidad e integridad de corazón.
Ante todo eso, es importante que cada uno confiese las obras de oscuridad que lleva dentro y los vínculos de placer con el pecado y busque el renovado servicio cristiano, verdaderamente santo a Dios, que procede de su salvación en nuestras vidas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario