lunes, 14 de septiembre de 2009

No Sentiremos Falta de Nada

En la Biblia hebrea los Salmos 22 y 23 componían una sola poesía: lo que conocemos hoy como el Salmo 22 describe a Cristo en la cruz (salmo mesiánico) y encuentra en el Salmo 23 una respuesta del Cristo crucificado a su propio sufrimiento en la cruz.

Eso, por supuesto, afecta nuestra lectura del Salmo 23, puesto que no describe la experiencia humana de fe, sino que en primera mano presenta a Cristo en la cruz. O sea, al leer el Salmo 23 no nos vemos en él en primer lugar, pues se trata de un espejo que refleja la crucifixión de Cristo.

David empieza su Salmo con lo que podemos considerar ser su titulo: “El Señor es mi pastor, nada me falta”. Otras traducciones expresan un poco mejor la idea original de este titulo: “El Señor es mi pastor, de nada sentiré falta”. La respuesta de Cristo a su propio sufrimiento en la cruz es que encuentra en el pastoreo y en el cuidado del Señor todo lo que de hecho necesitaba en el momento más crucial de su vida.

Muchos de nosotros cree, en base a lo que dice el Salmo, que la promesa de Dios es satisfacer a todos sus sueños de consumo. El “nada me falta” se convierte en una formula de consumo y del placer humano. Pero el verso no nos dice que no nos faltará nada de lo que deseamos comprar y poseer, sino que al Cristo crucificado no le faltará el pastoreo de Dios Padre. Así podemos decir que el tema del Salmo 23 es que el Cristo que sufre en la cruz por nuestros pecados no sentirá falta de ninguna de las dimensiones del pastoreo de Dios sobre su vida.

¿De que Cristo no sintió falta mientras moría en nuestro lugar?

1. No le faltó el descanso: “en verdes pastos me hace descansar”. Él habla de descanso y tranquilidad en la hora de su muerte por nuestros pecados como siendo la respuesta que le da al sufrimiento descrito en el Salmo 22.1-2 (“¿por qué me has abandonado?”). A ejemplo de Cristo, siendo el Señor nuestro pastor, podemos luchar cada día contra las preocupaciones ansiosas que se nos imponen a diario, con la fuerza del propio Señor.

2. No le faltó la renovación de su alma: “me infundes nuevas fuerzas” o “restáurame el vigor”. El Cristo crucificado tiene su alma renovada por completo bajo el pastoreo de su Padre. La renovación de su vigor es la respuesta de Cristo a su propia pasión tal como descrita con mucha claridad en el Salmo 22.12-19 ("se ha secado mi vigor como una teja"). Siendo el Señor nuestro pastor, a ejemplo de Cristo, podemos vivir un permanente encuentro con el pastor divino que nos renueva nuestra fuerza y vigor. Aprendemos con Cristo y su cruz a recibir esta renovación en cada dimensión de nuestra vida.

3. No le faltó los caminos de justicia: “me guía por sendas de justicia por amor a su nombre”. ¿De qué justicia puede hablar Cristo a la hora de su muerte? De hecho responde con la justicia de Dios a la injusticia humana que promueve la hambruna en el Salmo 22.24-26 ("porque él no desprecia ni tiene en poco el sufrimiento del pobre"). Su muerte, juntamente con su encarnación y resurrección, han sido los elementos claves para que la justicia de Dios y la justificación de hombres y mujeres que creen se establezcan de forma definitiva. La senda de la justicia de Dios nos abre la puerta para la salvación en Cristo. Siendo el Señor nuestro pastor, podemos vivir la fe bajo la justificación proporcionada por Dios.

4. No le faltó la completa seguridad en Dios: “aún si voy por valles tenebrosos, no temo peligro alguno porque tú estás a mi lado; tu vara de pastor me reconforta”. La completa seguridad del Mesías al cruzar el valle de la muerte es una clara respuesta al Salmo 22.3-11 ("en ti confiaron nuestros padres; confiaron, y tú los libraste"). Cristo pasó por la muerte confiado plenamente en los cuidados de su Padre, ahí encontraba su descanso. Siendo el Señor nuestro pastor, ante cada problema y dolor, a cada decisión que tengamos que tomar y aún en el momento de nuestra propia muerte física, bajo el pastoreo de Dios, encontramos la plena seguridad y paz.

Ante lo que vemos en la experiencia de Cristo en la cruz, en este Salmo 23, es necesario encontrarnos cada día con el pastor divino. Aún que no tengamos todo lo que nuestros ojos deseen, bajo el pastoreo constante de Jesucristo no sentiremos falta de nada, porque tendremos el descanso, la renovación del alma, la justificación de nuestras vidas, la seguridad y la paz constantes. ¡Busquemos el pastoreo de Dios!

1 comentario:

  1. Los felicito hermanos por esta interpretación del Sal. 23, espero que continúen comentando otros Salmos.Que Dios los bendiga

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